SAINT PAUL, MN
En el famoso himno de la séptima entrada, en su versión completa, Katie Casey, una fanática del béisbol, que tenía la fiebre y se sentía mal por ello, logró ir a todos los juegos y respaldar al equipo local con el coro:
Llévame al juego de Pelota; Llévame con la bola; Sólo cómprame algunos cacahuates y galleticas; No me importa si no vuelvo más; Déjame gritar, gritar, gritar por el equipo de casa; Si no ganan, será una vergüenza; Pero si es uno, dos tres strikes, ¡estás fuera!; en el viejo juego de pelota.
En DamnYankees, podemos ver a Joe Boyd, un esposo clasemediero frustrado por no haber alcanzado su sueño, cómo hace un pacto con el mismo demonio, a fin de convertirse en un chico de veinte años, llamarse Joe Hardy, y lograr llevar a los Nacionales de Washington a la lucha por el pendón, luego de vencer precisamente a esos malditos Yankees. Un trato, este con el diablo, que se vuelve muy caliente conforme pasa el tiempo, y la pelota se calienta en la liga Americana.
Una crónica de esta obra puede desarrollarse en muy diferentes sentidos: desde el simple relato de la obra, a la identificación de los íconos que marcan al béisbol, pasando por la evocación del juego de pelota y la pasión que hay detrás, al frente y por todos lados, o bien haciendo referencia al sentido histórico de la obra.
Comenzando con la última, esos mismos Nacionales de Washington son el antecedente directo de lo que hoy es el equipo de los Mellizos de Minnesota (o los Minnesota Twins). Elemento que, para muchos entre la audiencia, resultó ser una sorpresa. Y es que la obra se ubica a la mitad de los años 1950, en Washington DC. Y se trata también de un hecho relevante por cuanto que el juego de pelota continuaba siendo un ejercicio prácticamente exclusivo de jugadores blancos.
Quien vio la cinta Jackie, recordará que fue hasta 1947 cuando el primer jugador de béisbol profesional negro, Jackie Robinson, comenzó a jugar con los Dodgers de Brooklyn, en Nueva York. Sin embargo, cuando en el tiempo que la obra se sitúa, la discriminación sigue siendo común, y el equipo de los Nacionales no es la excepción. Por ello, Mr. Applegate (Monte Riegel Wheeler), convence a Joe Boyd (Lawernce Clayton), en dejar a su mujer y cumplir su sueño: ser un jugador estrella, héroe incidental del equipo, y no tener que sentirse agobiado por ser negro.
El pacto toma lugar, y Meg Boyd (Ann Morrison) queda en casa con la idea de que el marido se ha ido de viaje de negocios, en tanto que Joe es ahora Joe Hardy (Thay Floyd), un jugador extraordinario, capaz de pegar jonrones que pasan la barda superior del estadio, hasta lo más alto posible, e incluso sacando flamas en su vuelo.
Así, con una crítica velada al sistema segregacionista que prevaleció hasta bien entrado el siglo XX en los Estados Unidos, el musical nos lleva de la mano a lo largo de una previsible historia en la que el personaje central prefiere dejar de alcanzar el máximo de su sueño, para volver con su esposa, luego de convencerse, muy a pesar de Mr. Applegate, de que el corazón es más importante que la fama, y la condición de héroe.
Una obra que no por ser previsible, deja de ser intensa y enteramente disfrutable. Los números musicales son de la mejor calidad, y los bailes le dan una fuerza retórica importante. A ello se suma que el teatro ofrece un ambiente semejante al del parque de pelota, con cacahuates, galleticas, y perros calientes. La cerveza, los refrescos y la parafernalia que adorna al teatro, nos hacen sentir como si estuviésemos en ese viejo estado Metropolitano, o bien en el Target Field.
Al finalizar la obra, uno no puede evitar el interesarse más en la historia del juego, y al saber que los Nacionales fueron uno de los peores equipos de la antigua liga Americana, y que llegaron a ligar 113 derrotas en 1904 (un récord aun sin romper), no importa entonces si los Nacionales ganaron o no el pendón de la serie mundial, pues lo más seguro es que no. Pero por un momento, con el sueño de Hardy, el equipo acarició el propio, y a punto estuvo de conseguirlo.
Damn Yankees estará en escena en el Teatro Ordway haste el 28 de junio.
Un espectáculo que no se puede perder si se es aficionado a la pelota caliente, y si se tiene el sueño de que, algún año, los Mellizos repetirán esa historia feliz de 1987 y 1991, y podamos cantar Llévame al juego de pelota, cuando este sea la serie mundial.
Damn Yankees (Malditos Yankees)! Un musical con sabor a bola caliente.
Y, muy caliente.