MINNEAPOLIS, MN
Acaba de perder el ojo izquierdo. Una bala de goma de la Policía de Minneapolis le impactó mientras cubría las protestas por la muerte de George Floyd, pero la fotógrafa y escritora Linda Tirado tiene una visión muy clara de lo que sucede estos días en EEUU: las revueltas son el único medio de defensa de las minorías raciales ante la violencia sistemática y pobreza que sufren.
De regreso en su casa en Nashville, en el estado de Tennessee, Tirado asegura en entrevista con Efe que el daño permanente que sufrió no es responsabilidad de una persona en particular sino de un sistema que es discrecional y “permite a la policía disparar impulsada por el racismo y atacar a las multitudes y a los periodistas, sin rendir cuentas”.
“Tienes que estar ciego para no ver el racismo. Hace tres o cuatro semanas vimos protestas de blancos que pedían reabrir los estados y nadie vio que arrojaran gases, pero en la protesta por la muerte de un hombre negro llaman a la Guardia Nacional”, señala.
En su opinión, Estados Unidos ha estado en este camino desde hace años, pero la retórica del presidente, Donald Trump, ha exacerbado la situación.
“Que si algunos mexicanos no son buenas personas, la prensa es el enemigo de la libertad o los negros son vándalos. No puedes escuchar eso durante años y no pensar que no se llegará a algo así como lo que vemos hoy”, recalca.
LA POBREZA, EL ORIGEN DE TODO.
Tirado cobró notoriedad en Estados Unidos al publicar en 2014 el libro “Hand To Mouth; Living In Bootstrap America”, obra que se deriva de un ensayo autobiográfico sobre la lucha de una persona corriente para sobrevivir con un salario bajo.
“Esta es la realidad de millones en este país y algo que los latinos entienden muy bien”, acota.
Seis años después de la publicación de su libro, la autora está convencida de que la tragedia de Floyd y las protestas son fruto de la pobreza, y la falta de oportunidades que vive una gran parte de los estadounidenses.
“¿Cuándo fue la última vez que escuchamos que la policía le disparó a alguien en un barrio de gente adinerada?”, pregunta.
De la misma forma, la autora asegura que los saqueos y la violencia hacen parte de la “frustración de la comunidad ignorada”.
“Es la actitud. Para las autoridades la muerte (de Floyd) fue la de algún sujeto, no importa mucho quién era”, insiste.
EN EL CAMINO DE LA VIOLENCIA
Sabedora del ambiente de crispación creado por Trump y de lo que le podría esperar, partió hacia Minneapolis el pasado miércoles con leche y antiácido líquido para mezclar con agua para poder reducir los efectos que producen los gases lacrimógenos que anticipaba le iban a lanzar.
También llevaba el contacto de un abogado local por si era arrestada, a pesar de ser una fotógrafa acreditada.
Los consejos para evitar toda esta violencia policial también los recibió de los mismos manifestantes minutos antes que se declarara el primer toque de queda en Minneapolis el viernes pasado y comenzasen a recibir gases lacrimógenos.
Por eso, cuando comenzaron los enfrentamientos, la fotógrafa, incluida en 2014 en la lista de las 100 mujeres del año por la BBC, se puso las gafas y su cobertura facial y comenzó a enfocar su cámara para buscar una imagen que mostrara la tensión existente y corrió hacia los gases lacrimógenos.
Pero no alcanzó a terminar de enfocar cuando sintió la bala de goma en su rostro. No la vio ni escuchó venir, solo sintió un dolor intenso y un ardor de la mezcla de la sangre con el gas que la hizo gritar de inmediato.
Con el rostro bañado en sangre, unos manifestantes la llevaron a la retaguardia de la protesta, donde la subieron a una camioneta y la llevaron a un hospital.
Esta periodista “freelance”, que aún no había vendido su historia a ningún medio de comunicación, recibió al despertar de la anestesia la peor noticia posible: a pesar de los esfuerzos y varias horas de cirugía había perdido la visión de su ojo izquierdo.
LOS PERIODISTAS, EL BLANCO PREDETERMINADO
Al preguntarle si cree que los periodistas son un blanco de la policía en estas protestas, Tirado responde con un rotundo “sí”.
“Si puedes sacar a la prensa del camino, entonces todo lo que tienes son quejas directamente de los manifestantes, y luego pueden decir ´oh, son saqueadores´”, explica. “Sin los periodistas las manifestaciones y las historias de brutalidad no tienen validez”.
Esta lección sobre la relación entre prensa y autoridades en manifestaciones la aprendió en Ferguson (Missouri) en agosto de 2014, cuando reportó otro de los casos que han provocado la protesta de la brutalidad policial contra las minorías en EE.UU.: la muerte del joven Michael Brown.
Seis años más tarde, los intentos de las autoridades por impedir el trabajo de la prensa se han repetido, dice.
Más de dos decenas de periodistas, camarógrafos y fotógrafos han sido objeto de agresiones y arrestos por parte de las autoridades en las protestas por la muerte de Floyd.
Ahora, desconoce exactamente qué le depara el futuro y sin un empleador que la respalde tendrá que afrontar todos los elevados gastos médicos de su propio bolsillo, y tampoco sabe cuando podrá regresar a su trabajo para traer dinero a casa.
Pero al menos está agradecida de que aún tiene su ojo derecho con el que puede seguir tomando sus fotografías y retratando “historias que nadie debería olvidar”.