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PARA MANTENER UN ORDEN POLÍTICO-ECONÓMICO PROFUNDAMENTE RACISTA Y DESIGUAL

Opinión: Historia racista e imperialista de la policía.

Por Duncan Riley y Marco Dávila

El gran problema con la policía no son los “malos elementos policiacos,” sino que la policía existe como institución para mantener un orden político-económico profundamente racista y desigual.

La policía norteamericana se fundó durante el siglo XIX, creciendo de dos fuentes principales. En las grandes ciudades del norte, durante la época de la industrialización creciente y el consecuente aumento masivo en la desigualdad social, a los grandes empresarios les hacía falta una fuerza regular y organizada para vigilar la insubordinación y reprimir las huelgas industriales.

Por otra parte, en las haciendas del sur, los esclavistas necesitaban patrullas y guardias para controlar a los esclavos y perseguir a los fugitivos. Entonces, desde esas dos necesidades económicas de la clase dominante, distintas pero interrelacionadas, nació la policía norteamericana (Vitale, 37-39; 45-46). Por lo tanto, cuando hablamos de la policía, es imposible separarla de su rol como los ejecutores violentos de las jerarquías de raza y clase en la sociedad capitalista actual.

La policía también está implicada en la larga historia del imperialismo norteamericano en todo el mundo. Muchas de las tácticas y doctrinas modernas de la policía se desarrollarían durante la guerra colonial en las Islas Filipinas (1899-1913) para controlar a la población rebelde y suprimir la insurrección. Después de la guerra, estas tácticas se trasladaron a los Estados Unidos, donde la policía las usaba en contra de los políticos radicales y especialmente contra la población negra (Vitale, 40-42). Más adelante, durante la Guerra Fría, este modelo racista y represivo se exportó a las dictaduras militares de Latinoamérica y a otros regímenes autoritarios en todo el mundo, ayudando a esos gobiernos asesinos a torturar y abusar a sus propios pueblos (Vitale, 48). Por consiguiente, la fundación de la policía moderna no radica en la “seguridad pública,” sino en la dominación colonial y en el uso de la fuerza para esconder las desigualdades sociales.

Por ello, el problema no es que la policía esté “fallando en su misión”. Al contrario, actualmente la policía funciona exactamente como se diseñó, como una pandilla armada al servicio de los políticos y de los grandes empresarios. Entonces, el racismo violento de la policía no es un accidente, es una faceta inherente a la estructura policial en nuestra sociedad. Eso no se puede extirpar con reformas leves o nuevas formas de entrenamiento, como dicen los políticos liberales. Sólo podemos detener la violencia policial al acabar definitivamente con la policía como institución y construir una nueva sociedad en donde prevalezca la tranquilidad social por medio de lazos comunitarios e igualdad universal, no por medio de balazos.

Este último punto es clave – no podemos separar la cuestión de la policía de la cuestión social más amplia. Sólo abolir a la policía no basta, también tenemos que abolir el mundo que la creó.

Todo el racismo, toda la violencia, todas las atrocidades que ha cometido la policía, todo nació de un sistema económico-político que no puede funcionar sin las desigualdades económicas y raciales, el sistema capitalista.

Por lo tanto, para acabar por siempre con la policía, también tenemos que eliminar las jerarquías que ellos imponen. Hemos de proveer vivienda y comida para todos, para que no haya pobreza. Hemos de combatir a la supremacía blanca, para que la discriminación y el racismo desaparezcan de la faz de la Tierra. Hemos de derrumbar las fronteras y destruir todas las prisiones y campos de concentración que manchan a nuestra Madre Tierra. En concreto, hemos de crear un nuevo mundo socialista, libertario e igualitario.

Fuentes
Vitale, Alex S. The End of Policing. Verso, 2018.


 


  


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