Por: Boris Luis Cabrera Acosta
El pasado 5 de diciembre el mundo beisbolero se estremeció cuando el matancero Orestes Miñoso y el pinareño Pedro (Tony) Oliva fueron seleccionados por el Comité de Veteranos para ingresar al Salón de la Fama de Cooperstown, en un acto de justicia que estaban esperando los aficionados cubanos desde hace varios años.
Ambos serán exaltados oficialmente el próximo 24 de julio de 2022 a ese templo de los inmortales del béisbol, donde las placas de los también cubanos Martín Dihigo (1977), Tany Pérez (2000), José de la Caridad Méndez y Cristóbal Torriente (2006), aguardan por su compañía.
Miñoso, fallecido hace seis años atrás, tendrá que ver la ceremonia desde otra dimensión, pero Oliva, dos días después de cumplir 84 años de edad, estará allí presente poniendo en alto el nombre de nuestra isla, como tantas veces hizo durante las 15 temporadas que estuvo en las Grandes Ligas, siempre con el uniforme de los Mellizos de Minnesota.
Gracias a algunos amigos comunes, el recio toletero de la mano equivocada que aterrorizó a los lanzadores en la década de los 60 y 70 del siglo pasado, pudo hacer contacto con Cubadebate para darnos en exclusiva sus impresiones acerca de ese momento histórico y conversar sobre algunos pasajes de su vida.
Este cubano campechano y humilde que tiene una estatua en una de las entradas del Target Field de Minnesota, fue el primer bateador de las Grandes Ligas en ganar el campeonato de bateo en sus primeras dos campañas (1964 y 1965) y obtuvo otro en 1971, fue también el primer cubano en ser elegido Novato del año, implantó récord con ocho participaciones en Juegos de Estrellas, y ganó el liderato de hits en cinco ocasiones, entre otros tantos lauros.
La conversación fluyó sola en un puente sostenido por el amor a Cuba, dentro de un mundo maravilloso donde los recuerdos desatan lágrimas y alegrías como en un terreno de béisbol.
─ ¿Qué significa para usted ser elegido al Salón de la Fama de Cooperstown?
─ Para mí significa mucho al igual que para mis fanáticos, para mi familia, y para mi Cubita. La reacción que ha tenido la fanaticada en Cuba ha sido grande, sin conocerme porque nunca pude jugar allá en ninguna liga.
Recuerdo la primera vez que fui a un estadio allá en uno de mis viajes y había muchas personas afuera esperando a ver quién era ese Oliva, porque no había jugado en ninguna parte en Cuba.
Mi hermano Juan Carlos me dice que a él lo han llamado muchas personas y que él también está ahora en el Salón de la Fama, yo tuve la suerte que me escogieron.
─ ¿Cómo recibió esa noticia? ¿La esperabas?
─Tú sabes que esa noticia la estuvimos esperando mucho tiempo y la espera de ese día de 15 minutos nos pareció un año. Ellos me dijeron que a las 4.45 pm me podían llamar para decirme si había sido elegido, y si no me llamaban era que no. Entonces a las 4.40 pm recibimos la llamada y ya sabes cómo fue eso, era como si me hubieran bajado de la cabeza 500 libras. Aquí había como 30 personas dentro de la casa y cuando sonó el teléfono de tanta alegría empezamos a llorar y mi señora a darme besos en la cabeza. Fue un ambiente muy bonito.
Nosotros estamos casados hace 55 años y hace como 40 años que estamos esperando esto. En otros años hemos estado aquí esperando junto a periodistas y gente de la televisión y no había pasado nada. Pero esta vez sí paso, y llegó en buen tiempo. Para mí es un orgullo bien grande porque muchas personas se sienten muy alegres por mí y yo muy alegre por ellos.
Le tengo que dar gracias a Dios que me dio la oportunidad de venir a jugar pelota. En Cuba uno puede salir debajo de una piedra y sale pelotero.
─Sabemos que usted tiene méritos suficientes para estar allí desde hace muchos años. ¿Por qué cree que ha demorado tanto esa elección?
─Las personas tienen muchos requisitos para elegirte al Salón de la Fama. Tiene que ver mucho que yo haya jugado todo el tiempo con los Mellizos de Minnesota, un equipo que no lo cambio por ningún otro por la manera que ellos y los fanáticos se portan con los peloteros, y que yo considero el mejor equipo de la Liga Americana.
El que juega con equipos grandes como Boston o los Yankees tiene más chance porque tienen más público y no son tres o cuatro periodistas los que escriben de ellos, son cientos. Eso tiene mucho peso.
Algunos periodistas pueden decir que tuve una corta carrera pero no es así, tengo los años suficientes para ser elegido. Hay muchos que han tenido los méritos y durante muchos años no los han tenido en cuenta y luego cuando se mueren son elegidos casi unánime. Los que votan a veces no nos quieren a nosotros y qué vamos a hacer, pero ya estamos ahí y eso es lo que vale. Llegó en un momento perfecto. Estoy vivo para verlo.
─¿Quién enseñó a batear a Tony Oliva? ¿Se nace con esa virtud o eso se aprende?
─Desde pequeño cuando estaba en Cuba mi sueño era jugar pelota. Cada vez que tenía un chance iba con mis hermanos o mis amigos a un terreno que mi padre hizo en la finca donde vivíamos y yo ahí bateaba con peloticas de goma, de trapo, con tusas de maíz, con lo que sea. Así fue como yo aprendí a batear. Yo practicaba mucho y jugaba los domingos y cuando tenía como 15 o 16 años ya estaba en el equipo del barrio donde eran hombres todos.
Mi padre también jugaba y hacía de ampaya cuando se puso más viejo y era muy buen bateador. Me daba ideas, que abriera más las piernas, que me bajara más y me enseñaba a batear las bolas para todos los lugares del terreno.
Yo aprendí todo eso como si fuera una escuela y si haces toda tu tarea tú mejoras. En la pelota tienes que practicar mucho. Yo pedía que me tiraran curvitas y cualquier cosita rara para poder aprender y así fue que aprendí.
Nunca jugué pelota en Cuba y nadie me dio nunca instrucciones, eso fue algo personal porque me gustaba mucho y cuando otros muchachos iban a hacer otras cosas yo estaba en el terreno. Mi sueño era poder algún día salir de Corralito e irme a jugar con el team del Cienfuegos. Jamás pensé irme para Estados Unidos a jugar pelota.
─¿Cómo fue ese cambio al llegar a Estados Unidos para un guajirito salido del barrio de Corralito en Pinar del Rio que nunca había jugado pelota organizada?
─Eso fue un cambio muy brusco porque yo llegué aquí como se dice “engrifao”. No entendía el idioma ni comprendía nada y todo era muy difícil. Tuve la suerte que éramos 22 cubanos los que vinimos juntos y cuando llegamos a los campos de entrenamientos de los Mellizos ya había unos 30 más allí.
En menos de una semana me botaron porque no había cupo para mí. Tenía que regresar para Cuba pero no se podía. Ya había sucedido lo de Bahía de Cochinos y no existían vuelos para allá.
Luego me encontré con dos muchachos cubanos que estaban jugando allí: Rigoberto Mendoza y Ernesto Velázquez, y ellos fueron mi salvación porque hablaron con el manager y le dijeron que yo era buen pelotero y me dieron otra oportunidad.
Pero fue mi duro. Llegó el momento que me quedé solito sin saber nada y para alimentarme me daban unos papelitos pequeños para comer pollo frito y así estuve como tres meses que por poco me salen plumas.
Yo fui dichoso porque conocí buenas personas que me ayudaron y así fue como pude salir adelante porque la primera vez que uno está fuera de su casa y de su país siente una tristeza muy grande. La gente no sabe lo que uno pasa para poder salir adelante y lo mío fue duro unos cuántos años.
─¿Alguna vez sufrió discriminación por aquellos tiempos por el color de su piel o su origen latino?
─En realidad no me afecto porque yo sabía que era negro. Donde yo me crie en Cuba el 99 por ciento eran blancos y nosotros nos levábamos muy bien. Aquí había lugares que eran solo para blancos y a mí donde no me quieren en un lugar no voy.
Cuando llegué aquí la mayoría de los lugares estaban divididos para negros y blancos pero yo sabía darme mi lugar. No quería problemas e iba para donde me tocaba.
En todas las ciudades no era igual. Cuando llegué a Minneapolis eso era un paraíso para mí, los negros y los blancos podían estar juntos en los restaurantes, bares, y cines, y por eso a mí no me afectó.
─Su mejor etapa en el béisbol de las Grandes Ligas fue durante la llamada “era de la bola muerta” (1963-1968) cuando subieron la altura del montículo y agrandaron la zona de strike. Para muchos bateadores fue muy complejo rendir en esos años, sin embargo su ofensiva siempre fue temible. ¿Eso nunca lo afectó?
─A mí no me afectó porque ni cuenta me di de la era de la bola muerta porque yo no era jonronero aunque si daba unos cuantos. En mi primer año di 32 jonrones pero no me consideraba como tal, para mí ese título era para Harmon Killebrew, Hank Aaron, Willy Mays, que bateaban 40 o 50.
Claro que era un privilegio batear mis jonroncitos de vez en cuando pero yo conectaba fuerte las bolas para todas las bandas y usaba todo el terreno. Tenía mucha confianza en mí mismo, yo pensaba que podía hacer lo que quería en el home-plate cuando lanzaba un pitcher derecho y cuando era zurdo me arrimaba al home y trataba de halarle más la bola.
─¿Cuándo regresó a Cuba por primera vez?
─Después de más de 10 años regresé por primera vez, si mal no recuerdo fue en 1972. Eso fue un sueño, recuerdo que cuando llegué a Corralito en el camino a mi casa realmente parecía que no iba tocando la tierra, estaba en el aire de la alegría y la emoción.
Allí estaba toda la gente esperándome. No era fácil para un guajirito salir de allí, jugar en Grandes ligas, y regresar después de tantos años. Ni yo mismo me lo creía.
─ ¿Qué opinión tienes de los peloteros cubanos y de la Serie Nacional? ¿Ha podido seguirla en alguna oportunidad?
─Mi hermanito Juan Carlos jugó muchos años con el team Cuba y creo que tenía la calidad para jugar en Grandes Ligas al igual que muchos otros. Yo estuve muchos años trabajando en la pelota. He estado en México, Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana y también fui manager en Colombia, pero yo siempre iba a ver a mi hermano cuando competía con el equipo Cuba.
Cuando estoy en Pinar del Rio he ido al estadio y he visto a Lazo, Ajete, Romero, Linares, y Casanova, todos tenían una tremenda calidad.
No he podido seguir muy de cerca la Serie Nacional en Cuba porque yo vivo en Minnesota. Si viviera en Miami fuera diferente. Pero sé que hay muchos muchachos muy buenos que he tenido la posibilidad de verlos cuando han pasado por aquí por Estados Unidos. Los cubanos lo dan todo en el terreno y eso me gusta mucho.
─¿Qué significa Cuba para usted?
─Si hablas con mi señora te dirá que yo siempre estoy hablando de Cuba. Para mí significa mucho ser cubano. Tengo a toda mi familia, a mis hermanos, y a Cubita, siempre en mi corazón y en mis sueños.
─¿Piensas volver pronto?
─Enseguida que se calme la covid-19 y se pueda viajar, voy para Cuba. Ahora ya se está viajando pero yo tengo 83 años y tengo que cuidarme como gallito fino.
Aquí todavía hay bastantes problemas y sé que allá está bastante controlada pero quiero ir cuando las cosas estén mejor y no estar preocupado por enfermarme, aunque ya nos hemos puesto las tres dosis de las vacunas.
─¿Estaría de acuerdo en lanzar la primera bola en algún partido oficial cuando esté en Cuba?
─Para mí eso sería un sueño. Ojalá me dieran esa oportunidad. Yo todavía tengo una recta de 90 millas por hora, tú sabes. Eso sería un tremendo placer, pero que se cuide el cátcher.
─Escuché una anécdota por ahí que usted en uno de sus viajes a Cuba se enfrentó en unas prácticas a Braudilio Vinent, un lanzador que está considerado como el mejor derecho que ha pasado por las Series Nacionales. ¿Puede comentarme sobre eso?
─Eso fue en unas prácticas sí. El hombre me asustó porque realmente tiraba duro, se parecía a Noland Ryan. Yo no lo conocía pero mi hermano me dijo que era el famoso Vinent y yo le dije que me gustaría tenerlo con nosotros en el equipo de los Mellizos. !Que piedra tenía!, y con un cuerpo muy atlético.
Yo le conecté porque por aquellos tiempos no se me escapaba nadie. Yo estaba fuera de forma pero el bate mío tenía fuego. Pude darle algunos buenos batazos pero él me quemó el bate algunas veces también, la verdad me puse dichoso.
─¿Cuál es el momento más feliz y el más triste de su carrera?
─Cuando uno logra llegar a Grandes Ligas eso es un sueño cumplido y es un momento muy importante, pero en 1965 cuando nosotros fuimos campeones de la
Liga Americana fue el momento más feliz de mi carrera y al mismo tiempo uno de los más tristes que hasta las lágrimas se me salieron, porque pensé en mis padres y en mis hermanos que no podían estar allí para verme jugar, y esas cositas uno siempre las lleva en la mente.
─¿Por qué siempre jugó para los Mellizos? ¿En alguna oportunidad recibió mejores ofertas de otros equipos?
─Ahora son diferentes las cosas. Antes cuando tú estabas con un equipo ellos eran los únicos que podían hacer cambios. Ahora puedes ser agente libre cuando terminas contrato. Yo siempre me llevé muy bien con los dueños de los Mellizos y nunca quisieron cambiarme. Por eso me quedé con ellos todo el tiempo y me alegro mucho porque no hay muchas personas que puedan hacer eso. Yo vine por seis meses y ya llevo 60 años en Minnesota. Eso es increíble, no he tenido que buscar más nunca trabajo acá. Ahora me pagan por estar aquí de lindo.
─¿Qué hubiera pasado si en un noveno inning de un juego importante sales a batear con dos outs y el empate en posición anotadora, y está lanzando su hermano Juan Carlos por el equipo contrario? ¿Crees que te dominaría?
─Te voy a hacer franco. Juan Carlos era muy bueno, no pude verlo mucho pero me dijeron que era un cuchillo pero yo también, en ese tiempo los pitcher no quería lanzarme, así que vamos a dejarlo 50-50. Él iba a tratar de sacarme out y yo de batearle porque si no lo hago él se estuviera riendo de mí toda la vida. Cualquier cosa pudiera pasar pero te digo que iba a tratar de ganar ese juego.
─Si tuvieras la oportunidad de regresar en el tiempo con la experiencia que tienes hoy, ¿qué haría diferente aquel joven que jugaba pelota en los campos de Cuba con sus hermanos?
─En la vida las cosas me salieron bien. He podido tener una buena familia, buenos amigos, me llevo bien con todo el mundo y pienso que si Dios me da esa oportunidad haría lo mismo, no puedo cambiar, sólo que me hubiera gustado estar más tiempo con la familia y que me hubieran visto jugar, pero el destino es así.
Me gustaría que les dejaras un mensaje a todos los lectores cubanos aficionados a este deporte que leerán la entrevista y nunca pudieron verte jugar béisbol.
Ellos se sienten igual que me siento yo. Me gustaría mucho haber podido jugar en Cuba con cualquiera de esos equipos y que me hubieran visto jugar, no solo mi familia, también los fanáticos. Muchos decían que yo era una cosa diferente y por eso me han elegido para el Salón de la Fama. Cuba la llevo siempre en mi corazón. Les agradezco mucho por esta entrevista y nos vemos en Cubita.
Por: Boris Luis Cabrera Acosta