SAINT PAUL, MN. por Rodolfo Gutiérrez
Al transcurrir del verano, sentiremos fácilmente que podemos olvidar, al menos temporalmente, la carga que el COVID-19 sigue provocando en nuestras comunidades. Tenemos mucha necesidad de disfrutar, y el tiempo nos abre esa posibilidad a todos. Mucha gente está cansada de escuchar sobre la pandemia, incluyendo la recurrente invitación a vacunarse, a llevar a nuestros hijos a recibir las vacunas y a “mantener la guardia alta”.
Siguiendo las actualizaciones sobre el estado de la pandemia, recientemente traen algo de esperanza, durante algún tiempo, y la mayoría de la gente está decidiendo evitar las precauciones, y dejar de usar mascarillas y acudir a las reuniones, varias veces entre muchas otras personas. De repente, los índices de infección aumentan, mostrando que, tarde o temprano, la mayoría de nosotros experimentaremos los efectos de contraer el virus.
Mientras tanto, todos estamos aprendiendo que el virus sigue presentando variantes, que se está adaptando, buscando permanecer con nosotros durante mucho tiempo. Se entiende entonces que los esfuerzos por eliminar el virus no son del todo efectivos, ya que el mismo organismo sigue cambiando con características y efectos diferentes todo el tiempo.
Surgen preguntas centradas en la eficacia de la vacuna. Por lo tanto, sobre su uso y necesidad. Un artículo muy reciente publicado por el Journal of the American Medical Association (JAMA), aborda una de ellas, refiriéndose a los continuos cambios que observamos en la vacuna contra la gripe, para luchar adecuadamente contra el virus, que cambia estacionalmente. Entonces, surge la pregunta de por qué la vacuna COVID-19 no ha cambiado, después de que se hayan identificado tantas variantes y subvariantes. ¿Por qué varias personas siguen contrayendo el virus, a pesar de haber recibido la serie completa de vacunas (primera y segunda dosis y las dos vacunas de refuerzo)?
Rita Rubin, la autora del artículo (JAMA, 1 de junio de 2021), nos informa de que las vacunas que utilizamos actualmente se basan en una proteína denominada Wuhan-Hu-1, que es el prototipo del virus del SARS-CoV-2. Conociendo poco del virus cuando apareció entre nosotros, el COVID-19 ha mutado en un gran número de variantes, como se puede deducir de todo el alfabeto griego desde el Alfa hasta el Ómicron, y con varias subvariantes para algunos de ellos. El número y la velocidad de las variaciones del virus crean una tarea imposible de actualizar las vacunas para responder mejor a cada cambio.
“Actualizar las vacunas contra el COVID-19 es más fácil de decir que de hacer, y algunos observadores se preguntan si es la mejor manera de hacer frente al impredecible y siempre cambiante virus”. (Rubin, 2021).
La intención de actualizar la respuesta de la vacuna a los cambios del virus ha sido abordada, dada la experiencia que tenemos sobre las diferentes vacunas que recibimos anualmente para combatir el virus de la Gripe. Pero, como han intentado convencernos diferentes expertos, la COVID-19 no es la Gripe. Las series de vacunas que conocemos hoy en día y que existen, no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo, son tan numerosas, que en sí mismo constituye una seria dificultad tratar de actualizarlas. Los fabricantes y distribuidores de las vacunas deben reunirse y acordar los pasos a seguir para ello, y tal escenario parece casi imposible.
Las vacunas contra el COVID-19 evolucionarán, como lo han hecho las vacunas contra la gripe. Esta última ha sido observada durante mucho tiempo en su comportamiento y por eso hoy es posible predecir la prevalencia de la temporada y cómo puede estar bajo control con los cambios en los componentes de las vacunas. Para la vacuna COVID-19 el tiempo llegará.
Estamos utilizando vacunas para controlar el virus COVID-19 que se desarrollaron para actuar directamente contra el BA.1, que se considera la versión original de la variante Ómicron, que podría no ser tan eficaz para luchar contra las subvariantes Ómicron más recientes. La industria farmacéutica sigue trabajando en la actualización de dicha eficacia, frente a un virus que cambia rápidamente, y de forma inesperada. Pero una evidencia está ahí: la vacuna que estamos utilizando está siendo eficaz para mantenernos alejados de la necesidad de servicios de emergencia, y de las altas tasas de mortalidad.
Es posible que tengamos que vivir con el COVID durante mucho tiempo, y quizás durante el resto de nuestras vidas. Una lección que tenemos ahora es que no podemos, ni debemos, dar por sentado que podemos decidir simplemente dejar de preocuparnos por el virus, y seguir siendo cuidadosos y tratando de evitar los contagios. Además, estar vacunados será la mejor manera de sobrevivir si nos encontramos con el virus en nuestra vida cotidiana. Todos estamos aun aprendiendo, y el científico está delante de nosotros. Seamos pacientes, cooperemos y sigamos cuidando de nuestros familiares, amigos y miembros de la comunidad.
