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LA “PETATERA”, LA PLAZA DE TOROS DESARMABLE QUE UNE A UN PUEBLO EN MÉXICO

“La Petatera”, la plaza de toros desarmable que une a un pueblo en México

MINNEAPOLIS, MN

Habitantes de un pueblo en el occidente de México construyen “La Petatera”, una plaza de toros desarmable con materiales naturales como la madera y el bambú, el conocimiento artesanal heredado de sus padres y mucho corazón, y que ha visto pasar a figuras como Pedro Infante y Cantinflas.

En el poblado de Villa de Álvarez, cercano a la ciudad capital del estado de Colima, la algarabía inicia en diciembre, cuando unas 65 familias organizan las fiestas de San Felipe de Jesús, el patrono al que el pueblo se encomienda para no sufrir sismos o la erupción del volcán de Colima, a unos cuantos kilómetros de ahí.

Casi para finalizar el año, los habitantes del pueblo inician el trazado de “La Petatera”, que será el epicentro de las festividades que comienzan este 10 de febrero con una cabalgata masiva desde la ciudad de Colima.

Todos se enorgullecen de echar una mano para la construcción de la plaza, considerada “La artesanía más grande del mundo” al ser edificada por la comunidad en cinco a siete semanas con materiales, técnicas y conocimientos artesanales heredados por padres y abuelos desde hace 116 años.

En una pausa en las labores para ultimar detalles, Ignacio Cervantes, inspector de la madera utilizada para la plaza, contó a EFE que la plaza representa una herencia de sus antecesores y un símbolo de identidad.

“Prácticamente lo traemos en la sangre, las familias aquí les han inculcado a sus hijos y nietos el amor por la tradición de construir la plaza, es una herencia y tradición, herencia porque me lo inculcó mi padre; tradición porque Villa de Álvarez es la plaza de toros”, expresó el hijo de uno de los impulsores de esta construcción.

UNA PLAZA DE MATERIAL MEXICANO

En sus inicios, la plaza era un corral de piedra y trancas de madera. A mediados del siglo XX un grupo de habitantes diseñaron el ruedo con plateas y 50 tablados que más tarde aumentaron a 70.

El edificio de poco más de 5 metros de alto, una construcción de cerca de 5,000 metros cuadrados y capacidad para cerca de 6,000 personas se erige con materiales como distintos tipos de madera local, bambú, soga de ixtle (una fibra vegetal extraída del agave) además de petates, tapetes de fibra de tule, tradicionales de la región que le dan el nombre.

Rafael Contreras Molina, director de la obra, explicó a EFE que las familias dueñas de algún tablado son responsables de proveer los materiales para construir la plaza y muchas de ellas ayudan con sus propias manos y conocimientos.
“Es un orgullo lo que significa para los villaalvarenses ‘La Petatera’, mayormente para los que la construyen, es una emoción que te gana, incluso el sábado cuando la entregas, el sentimiento te gana por la emoción de decir ya está lista”, señaló.

Para erigir la plaza se usan 5,414 troncos de diferentes medidas, casi 3,000 petates, 915 tramos de soga de ixtle equivalentes a 15.7 kilómetros, 1,960 tablas entre estribos, gradas y plateas, 560 alcayatas y 250 kilos de clavos.

FAMILIA Y ESPECTÁCULO

Las familias gastan hasta 10,000 pesos (200 dólares) en construir su tablado. Eso parece importar poco ante la diversión que encarna presenciar de primera mano las corridas, las exhibiciones de caballos o conciertos.

Una vieja fotografía da fe de que el cantante Pedro Infante estuvo en 1952 en “La Petatera”, también el cómico Cantinflas toreó en ese ruedo.

Intérpretes como Vicente Fernández, Marco Antonio Solís, Cristian Nodal y Grupo Firme han pisado esta plaza como espectadores o para ofrecer un espectáculo.

También es el espacio donde los villalvarenses se reencuentran con amigos, con familiares que emigraron a Estados Unidos y quienes viven aún en el pueblo, en una fiesta que dura dos semanas.

Luis Romero Virgen, uno de los “constructores empíricos”, explicó  que el trabajo de siete semanas es derrumbado en apenas cinco o siete días, pero con cuidado para reusar los materiales y que sea una edificación sustentable.

“Ahorita la tumbamos en semana o semana y media porque queremos cuidar la madera, entre más la tumbemos con cuidado y más calma, menos dañamos, ya somos muchos en este mundo y nos vamos acabando el ecosistema y eso lo tenemos que ir cuidando”, expresó.




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