SAINT PAUL, MN
Un estudio reciente ha identificado fuertes lazos entre el uso de algunas drogas comúnmente indicadas para combatir la depresión, como el Prozac, Zoloft y Lexapro, con el diagnóstico de autismo entre hijos de mujeres que habrían consumido dichos medicamentos en las etapas finales de sus embarazos. Más comúnmente eso ocurre durante los trimestres segundo y tercero del embarazo.
Los resultados del estudio, publicados en el más reciente número del JAMA (Journal of the American Medical Association), en su versión de pediatría, documenta una serie de hallazgos que cuentan con el mayor sustento entre los publicados hasta hoy, para concluir en la existencia de la liga mencionada. Lo antidepresivos, entonces, provocan que exista el doble o el triple de posibilidades de que exista un caso de autismo en el recién nacido.
Para el estudio, se incluyó a 145,456 recién nacidos de un registro canadiense, a quienes se les dio seguimiento por un período de seis años en promedio. Los registros médicos incluían información sobre la madre y el bebé desde al menos un año antes del nacimiento del mismo, con lo que los investigadores que participaron, lograron contar con una perspectiva completa de la forma en que la madre enfrentaba diversos estadios a lo largo de sus embarazos, y un poco antes de ellos. Destacaron, por supuesto, los casos de las mujeres que consumieron inhibidores selectivos de re-captación de serotonina.
Los autores, Takoua Boukhris, Odile Sheehy, Laurent Moltron y Anick Bérard, afiliados en su mayoría a la Universidad de Montreal u otros centros de investigación en la misma ciudad, indican que el estudio incluye información que cubre el período de 1998 al 2009, buscando probar la vinculación entre el consumo de antidepresivos y el desorden de espectro de autismo (ASD). La prevalencia de ASD entre la población en general es del orden de 0.7 por ciento, que es inferior a las estimaciones previas que lo ubicaban en el 1 por ciento. Sin embargo, esta estimación no considera el hecho de que el Autismo no puede ser diagnosticado con certeza al momento del nacimiento.
Por lo anterior, los autores decidieron excluir a los pequeños menores a dos años de edad, y trabajaron con casos que habrían sido diagnosticados con entera certeza. Los más pequeños no podrían incluso ser evaluados con las pruebas más precisas dada su edad. Una vez definidas las características de los participantes en el estudio, se desarrolló el estudio buscando algún elemento de relación entre condiciones intrauterinas y el consumo de medicamentos específicos, y el diagnóstico de ASD.
La intención final es la de prevenir a la población de mujeres embarazadas de cambiar sus hábitos en caso de que se encuentren expuestas a ciertos factores que podrían derivar con alta probabilidad a diagnósticos posteriores de autismo entre sus pequeños. Entre dichos factores se encuentran los ambientales, como por la presencia de altos niveles de polución, el consumo de cigarrillos, el estrés y una mala nutrición. El consumo de antidepresivos sobresalió entre el resto de factores, mostrando una vinculación mucho más obvia.
“Se trata de un estudio muy bien realizado,” reconoció la Doctora Susan Hyman, quien fuera jefa del comité sobre autismo de la Academia Americana de Pediatría, y profesora de pediatría en la Universidad del Centro Médico de Rochester. “Creo que lo que han identificado es real.”
Un estudio que documenta con bases amplias una correlación que puede ser probada científicamente, a diferencia de la liga que se insiste existe entre vacunaciones y la presencia de autismo. Una investigación que es bienvenida y que permite desarrollar nuevas aproximaciones para auxiliar a los médicos y a sus pacientes mujeres para poder controlar las variables intervinientes a fin de disminuir el riesgo de que sus hijos padezcan de esta condición.
