MINNEAPOLIS, MN
De nueva cuenta, uno de los más populares sitios de jazz en Minneapolis, el Dakota Jazz, se vistió de lujo por dos noches consecutivas, con la presencia de uno de sus artistas consentidos, Nachito Herrera & The Universals. Pero si ello de por sí significaba ya de por sí una garantía de un buen momento, cobijados por ese enigmático ambiente que ofrece el Dakota Jazz Club, la presencia de la talentosísima Karen Briggs, con su violín, llevó los decibeles de emoción hasta niveles incomparables de gozo y abandono.
Abandono a las notas que fluían de cada uno de los solos que se dieron en cada una de las interpretaciones de la banda, un quinteto de Jazz, con sonidos sumamente eclécticos y sin embargo perfectamente ensamblados.
Y no solo fueron Herrera y Briggs, quienes nos llevaban a niveles de placer prácticamente insoportables cuando hicieron un dueto de cierre, casi apocalíptico, con un diálogo que se antojaba infinito entre las cuerdas del violín y las del piano, que respondían uno a otro con la intensidad propia de quienes buscaran establecer que su instrumento es el mejor entre el conjunto de ellos. Sin embargo, al final el ensamble fue tan sublime, que, como anunciara Nachito Herrara, él mismo, fue como transportarse de pronto a La Habana y de pronto el calor interior fue suficiente para neutralizar el frio incipiente que se habría sentido en las calles.
Y decía, no solo fueron ellos, pues el saxofón de Mike Philips, introducido por Herrera como “uno de los más versátiles saxofonistas de los Estados Unidos,” nos obligaba a viajar en notas tan disímbolas en sus solos, fruto de sus improvisaciones y provocaciones (como cuando con su modificador de voz provocaba a la audiencia a sumarse con palmas o gritos), tal cual si fuese un Taj Majal sublimado. Con la aparición de notas navideñas, y con repentinos homenajes a figuras icónicas del jazz con el sax, como Grover Washington Jr., y con la fusión en la banda, Philips sin duda añadió un matiz de viveza y vida que envolvieron a los presentes.
Y qué decir del bajista, Ricardo Fierabacci, quien habrá acompañado, en palabras de Herrera también, a los grandes del jazz como Chick Corea, como parte de la Electrik Band tan famosa, o bien dentro de la banda Spectrum de Billy Cobham (si, el maestro del jazz-fusion), y junto a Bill Evans, entre otros, y quien ha participado en giras con artistas de la talla del trio de Andy Summers (ex miembro de The Police), King Crimson (banda londinense de rock progresivo). Su bajo se colocó a alturas exquisitas, haciéndose notar a lo largo de todas las interpretaciones de la banda, sin opacar en ningún momento a ninguno de los otros instrumentos, y sí brillando con luz propia en sus esporádicos solos.
Finalmente, no podría la banda estar completa sin la presencia de Raúl Pineda, el baterista y percusionista cubano, quien ha llegado directamente de La Habana, en donde creció con la música en la famosa zona de La Habana Vieja, y habiendo tocado con la banda de Chucho Valdés, el carismático y famoso pianista co-fundador del grupo excelso Irakere, y que ha promovido internacionalmente el Jazz Latino. Esa calidad, la que se requiere para tocar al lado de Valdés, así como de Nachito Herrera, quedó de manifiesto sobradamente en el escenario, con un rítmico y sonoro golpeteo de los cueros de la batería, y que no tuvo ningún problema al desarrollar sus solos, literalmente solos.
Sin duda la calidad de Nachito Herrera es siempre manifiesta e incuestionable. Su formación en música clásica es siempre una ventaja al incursionar en cualquier otro género, y el jazz, sin duda, se presenta como el ambiente natural para nuestro Nachito, este sublime músico cubano, residente de Minnesota, que nunca falla al poner sus manos sobre el teclado. Pero no dando nada por seguro, al complementarse con violín, saxofón, bajo y batería, el mensaje es claro: se puede entrar en armonía con la vida entera gracias a la conjunción de cinco excelentes músicos tocando jazz.
Un par de noches, cuatro presentaciones, inolvidables en ese sitio en el que los presentes forman parte de una coreografía complementaria y vibrante. Una noche prenavideña, que ha dejado los espíritus de quienes tuvimos la fortuna de escuchar y vivir esta experiencia, en total balance con el mundo y preparados para disfrutar del eco de la banda en nuestros oídos, por lo que resta del año, por lo menos.