SAINT PAUL, MN
“Cuba es un cadáver político que hay que enterrar, está insepulto aún, pero muerto está”, aseguró el escritor cubano Carlos Manuel Álvarez en Ciudad de México, donde se encuentra para presentar su último libro “Los Intrusos”, en el que relata con crudeza las protestas del Movimiento San Isidro en la isla caribeña de 2020.
“Afortunadamente, Cuba interesa muy poco ya. Cuba ya no tiene esa importancia para la región, para la discusión política del presente. Es más bien un cadáver político que hay que enterrar, está insepulto aún, pero muerto está”, señaló en entrevista con EFE.
Álvarez remarcó que su objetivo con el libro es “contar el fin de un régimen, que si bien formalmente sigue ahí, en términos simbólicos, históricos; ya no es, ya pasó”.
“Me interesa muchísimo la derrota, el fracaso, además de que es lo que me tocó, y sin duda la Cuba de hoy me permite explorar esos asuntos”, agregó.
TENSIÓN LATENTE
“Los intrusos”, con el que ganó el Premio Anagrama / Sergio González Rodríguez de 2022, es un libro de crónica periodística que explora la experiencia del propio autor como uno de los protagonistas de las protestas del Movimiento de San Isidro, que reunió en el 2020 a más de 200 artistas, intelectuales y activistas cubanos en oposición a las políticas del gobierno comunista.
Álvarez, de 34 años y quien vive “desterrado” en Nueva York, subrayó que “esos intrusos son individuos que toman por asalto las institución política, por lo general, gente desplazada, que se mueve por fuera del contrato social, a quienes han arrojado por fuera del contrato social”.
“Son criminalizados, estigmatizados. Están tratando de pertenecer a lugares en los que les han dicho que no cuentan”, indicó sobre algunos de los miembros del colectivo, como el rapero Denis Solís, el artista Luis Manuel Otero Alcántara y la historiadora de arte Omara Ruiz Urquiola, de quienes incluye breves perfiles biográficos.
A su juicio, el Movimiento San Isidro que desembocó en las grandes protestas de julio de 2021, las mayores registradas en la isla caribeña en décadas, y que fueron fuertemente reprimida por las autoridades cubanas “es una primera convulsión política”.
“La tensión es latente, la cuota del miedo se ha distribuido. No está sólo de parte de la ciudadanía, ese miedo nacional se ha empezado a repartir y uno puede sentir cómo también hoy un poder político, que campeaba a sus anchas y acusaba una soberbia desmedida, uno puede sentir el temor de esas instituciones y sobre todo de sus burócratas”, sostuvo.
Colaborador de medios como “El País”, de España, “The New York Times” y “The Washington Post”, Álvarez es una reconocida voz del periodismo en idioma español.
EL TEDIO COMO ARMA POLÍTICA
Una de las palabras más utilizadas en el libro es la de tedio y a ella recurre para explicar la realidad cubana.
“El totalitarismo te embota, hay un sopor que recorre la vida cotidiana”, relató al describir el día a día cotidiano en la isla.
Pero para Álvarez este tedio tiene un peso específico ya que es interpretada a través del prisma del control político.
“Si te desprendes del aburrimiento, si lo cuestionas, va a haber una pregunta que se ejerce directamente contra tu cuerpo. Y esa pregunta es la de por qué necesitas divertirte. Divertirte ya es subversivo políticamente, lo que el poder te está diciendo es: abúrrete, siéntate en tu sillón y mira el techo”, expuso.
Instalado actualmente en Estados Unidos, tras unos años en México, Álvarez fue detenido en marzo en Miami junto a otras cuatro personas tras lanzarse al campo de juego con pancartas contra la “dictadura” cubana durante la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol entre las selecciones de Cuba y EE.UU.
No obstante, no esquiva las críticas al poderoso exilio cubano en el país, pese a ser una comunidad de la que se considera parte, al recalcar “que no puede haber una mayoría de edad política si no se parte de una revisión propia”.
“No entiendo los paños tibios hacia nosotros mismos, y las maneras en las que el exilio cubano ha terminado en muchísimas ocasiones reproduciendo el “modus operandi” del castrismo. Culturalmente, pero también políticamente. Si uno se enfrenta a un poder político como el castrismo, tiene que estar dispuesto a discutir con sus sombras,. Y sin duda en el exilio hay muchas de ellas, aunque no les guste escucharlo”, concluyó.