MINNEAPOLIS, MN.-
Unos 161,000 migrantes que han llegado a Nueva York desde 2022, en buena parte venezolanos, afrontan las fechas navideñas inmersos en una realidad muy distinta a la de sus países de origen, donde carecen de oportunidades laborales, predomina la pobreza o vivir en libertad tiene un coste.
La Navidad es especialmente dura para muchos inmigrantes latinoamericanos que pasan las fiestas lejos de casa y sin un apartamento en el que vivir, pues la mayoría de ellos reside en los hoteles o albergues que ofrece la ciudad en estos casos y que deben abandonar en un plazo determinado.
Navidad sin casa, en todos los sentidos
En busca de una vida digna, la realidad que encuentran en la Gran Manzana está marcada por unos precios de alquiler desorbitados y por la obligación de dejar los refugios habilitados por la Alcaldía, donde muchos ya están recibiendo órdenes de desalojo en un plazo de 60 días para las familias con hijos y de 30 para los adultos solteros.
Dos mujeres de Perú que entablaron amistad en el hotel Roosevelt, en la calle 45 de Manhattan -convertido en un albergue para los migrantes sin hogar- han recibido este mes la carta de desalojo y deben dejar el hotel en febrero: tras su salida no disponen de un lugar al que ir.
Ambas aseguran que alquilar un apartamento en la ciudad es difícil, sobre todo por los precios abusivos y por el requisito de documentación de la que no disponen; además, afirman que tener hijos pequeños es un obstáculo añadido a la hora de encontrar un lugar en el que vivir.
Estas fechas han tenido un sabor agridulce para las peruanas: “Para mí esta Navidad es triste, porque me vine aquí solo con mi hijo y pasamos Nochebuena en el cuarto. No es igual que cuando te reúnes con tu familia”, expresa a EFE una de ellas, que prefiere preservar su anonimato.
A pesar de haber emigrado juntas a Nueva York, otras familias pasan estas fechas separadas: “No tengo ningún plan estas navidades, me quedo sola con mi hijo menor en el albergue porque a mi hijo de 19 años lo cambiaron a un centro de hombres solteros”, cuenta a EFE una mujer venezolana.
Otros inmigrantes dejan la Gran Manzana ante la falta de oportunidades laborales y la dificultad de encontrar un lugar estable en el que vivir: es el caso de dos hermanas, también de Perú, que hasta ahora se alojaban en un hotel en el distrito de Queens pero que se acaban de mudar a Texas en busca de una vida mejor.
“En Nueva York apenas hay oportunidades, el alquiler es muy costoso y es complicado encontrar trabajo”, explica una de ellas, que tampoco quiere desvelar su nombre.
Ambas pasaron Nochevieja en Texas junto a sus respectivos maridos e hijos, con los que comparten un apartamento: “Al menos podemos recibir el año nuevo en familia”, expresa con alivio la otra hermana.
El milagro navideño
Una historia diferente es la propiciada por la iglesia de San Pedro en Manhattan y las asociaciones PUCOMIT y Raza Zapoteca, que organizaron una semana antes de Navidad la ‘reunificación’ de 32 familias de pueblos indígenas mexicanos que llevaban años sin ver a sus hijos, sobrinos o nietos.
En estos casos, normalmente fueron los hijos quienes emigraron y viven ahora indocumentados en Nueva York, un factor que no les ha permitido volver a sus países de origen y visitar a sus seres queridos.
Ignacia y Ladislao se reencontraron en esa jornada con su hijo Orlando, que emigró de Hidalgo a Nueva York en 2012; al preguntarle por sus planes navideños, Orlando respondió que quería llevarles de compras, celebrar y enseñarles Nueva York, pero sobre todo “disfrutar la vida, porque el tiempo se va rápido”.
Desde la primavera de 2022, Nueva York vive una crisis migratoria sin precedentes, y el alcalde de la ciudad, Eric Adams, planea recortar en un 20 % el gasto que destina a los miles de migrantes que residen en la Gran Manzana. En una entrevista concedida el pasado viernes a la cadena CNN, Adams aseguró que esta crisis “tiene el potencial de desestabilizar las obligaciones financieras” de la ciudad; previamente había afirmado que esta situación ha llevado a Nueva York a una crisis fiscal que le obligará a gastar 12.000 millones de dólares para 2025.
Además, el miércoles pasado emitió una orden ejecutiva que exige que todos los autobuses chárter con inmigrantes enviados desde otros estados notifiquen a la ciudad con 32 horas de antelación para garantizar que cuenta con suficiente personal, y advirtió que de no hacerlo se considerará un delito menor, con posibles multas, demandas, e incluso la confiscación de los vehículos.