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MIXQUIC, EL PUEBLO MEXICANO DONDE TRADICIÓN Y TURISMO SE UNEN POR EL DÍA DE MUERTOS

Mixquic, el pueblo mexicano donde tradición y turismo se unen por el Día de Muertos

MINNEAPOLIS, MN.-

 

Miles de personas de todo el mundo acuden cada año a San Andrés Mixquic, donde este sábado tiene su punto álgido la celebración por el Día de Muertos y que, pese a la masiva afluencia de público, consigue mantener intactas sus tradiciones centenarias.


Este pueblo, situado en la alcaldía de Tláhuac, en la Ciudad de México, es conocido por la belleza de los panteones que los habitantes de la comunidad dispone para la visita del público, tanto en la iglesia y el cementerio como en casas particulares, donde fabulosos altares decorados con flores nube, alhelí y la famosa cempasúchil hacen la delicia de los visitantes.

Toda la comunidad se vuelca en la celebración y se ofrece al turista un sinfín de opciones culinarias, hay puestos de comida de todo tipo en las calles que rodean el panteón principal y la música de las cumbias populares no deja de sonar en todo el trayecto desde la periferia hasta el centro del pueblo.

“Ha llegado mucho turismo y obviamente con la publicidad, pues llega mayor cantidad, llegan personas desde Europa y América, es algo positivo para la comunidad, algo agradable”, resalta a EFE Abel Xochihua, quien lleva décadas abriendo su casa para la visita del panteón familiar como ya hiciera su abuela desde que él tiene uso de razón.

Como la Xochihua, son cientos de familias que invitan a los turistas a entrar en sus casas donde hay altares de todo tipo, grandes y pequeños, modestos y ostentosos, pero donde no falta nunca café o comida que ofrecer a quien viene desde fuera.
“Yo pongo esto con mucho amor, trato de hacerlo más alegre, a lo mejor no tanto para lucirme, sino para sentirme bien con mis seres queridos, que ya no están aquí, pero que los llevo aquí dentro y que tenemos la creencia de que ellos están aquí ahorita y a ellos les gustaba mucho también que hubiera mucha gente”, explica Abel.

Tradición singular
Los niños del pueblo, en grupos conocidos como ‘campaneros’, visitan los distintos altares privados y públicos que hay en la localidad y realizan ofrendas en ellos, por el camino se mezclan con los miles de turistas nacionales e internacionales que inundan el pueblo atraídos por sus singulares tradiciones.

“Teníamos que llegar a Ciudad de México para estas fechas, es muy distinto a nuestro Halloween que es mucho más materialista y no tienen ese significado tan profundo de venerar a los muertos que vemos aquí”, explica Karen, una canadiense que junto a su pareja no quiso perderse la festividad en Mixquic.

Como ella son muchísimas las personas que, en grupos organizados o de manera individual van arribando a un pueblo que este 2024 ha desbancado a Veracruz con la ofrenda más grande de México: 800.000 metros cuadrados mide este altar situado en la periferia del municipio.

Rachel y Leslie, otras dos jóvenes turistas canadienses de origen chino, conocieron la tradición por la película ‘Coco’ y decidieron venir a ver por sí mismas cómo se desarrollaba esta festividad en México, aunque reconocen que choca mucho con su concepto de trato con los muertos.
“Que estemos aquí de turistas me hace sentir un poco irrespetuosa, es un poco raro y me siento algo culpable, pasear sobre las tumbas de la gente, es como todo lo contrario a lo que hacemos en nuestra cultura china, donde no lo haríamos así definitivamente”, expresa Leslie.

Los visitantes podrán apreciar la colocación de estrellas luminosas a lo largo de todo el pueblo “para que no se pierdan las ánimas” y encuentren el camino a su altar como nos explica Diana Calderas, quien este año ha decidido abrir el precioso panteón de su casa para que sea visitado.

“En el pueblo se cree que solo muere quien es olvidado y para mí mis seres queridos jamás serán olvidados, entonces para mí es como si ellos regresaran en vida y para mí es como una fiesta, que ellos se encuentren lo que fue y su hogar lleno de alegría, de lo que a ellos les gustaba y con mucho amor”, cuenta Diana, quien como tantos de sus vecinos se encarga de mantener viva esta tradición que fascina al mundo.



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