SAINT PAUL, MN
Cualquiera pensaría que, como se nos ha inculcado de muchas formas, nuestros hijos deben estar preparados para ser independientes en un momento de sus vidas. Ello ocurre desde que estos son pequeños, con su inscripción a preescolar, y se “materializa” con ellos viviendo en el campus de la universidad o el colegio que hayan elegido. Sin embargo, datos presentados por Pew Research muestran que eso no es más cierto.
Dentro de los resultados de una encuesta realizada en el 2014, la organización de investigación encontró que, por vez primera la era moderna en el país, las personas de edades entre 18 y 34 años prefieren continuar viviendo en casa de sus padres, y que la busca de independencia en vivienda se ha convertido en un mito.
Esto viene asociado con enormes cambios demográficos en el estado matrimonial, niveles educativos y empleo, los cuales han influido significativamente en la forma en la que los jóvenes adultos en el país viven hoy.
Mediante el análisis de la información censal, y las estimaciones hechas a través de la Encuesta de la Comunidad Americana (American Community Survey, o ACS), muestran evidencias de que ese grupo poblacional llama su hogar el mismo en el que han crecido o en el que viven sus padres.
Es en este año de 2014 la primera ocasión, luego de 130 años de estadísticas al respecto, en el que las personas adultas en edades entre 18 y 34 años registraron una ligera preferencia mayor a vivir en los hogares de sus padres, en comparación con vivir con sus parejas o en sus propias casas.
Este cambio en las costumbres de los adultos jóvenes se encuentra ligada estrechamente con la dramática disminución en el número de jóvenes que hoy eligen consolidar sus relaciones sentimentales y vivir en pareja antes de cumplir los 35 años de edad. Si se analiza la información actual en comparación retrospectiva, en 1880 el arreglo de vida más común entre adultos jóvenes era el vivir con sus parejas sentimentales, fuese en forma de matrimonio, o bien mediante unión consensual.
Este tipo prevaleciente de arreglo de vida alcanzó su máximo en 1960, cuando 62 por ciento de jóvenes entre 18 y 34 años de edad vivían con sus esposas o esposos o sus parejas en sus propios hogares, y sólo 1 de cada cinco de ellos vivía con sus padres.
En el 2014, 31.6 por ciento de los adultos jóvenes vivían con sus parejas en sus propios hogares, ligeramente por debajo del porcentaje de quienes eligieron vivir con sus padres (32.1 por ciento). La tercera modalidad de vida es la de vivir solos en una vivienda, con individuos en esta condición representando el 14 por ciento del total de los adultos jóvenes. El 22 por ciento restante, dice el estudio, vive con otros familiares, tales como un abuelo, familia política, primos, hermanos u otros, o bien viviendo con no-parientes o bien en dormitorios escolares.
Cabe destacar que los arreglos de vivienda varían significativamente si se toma en consideración la variable género. Para los hombres de 18 a 34 años de edad, el vivir en casa con mamá o papá (o ambos) ha sido una norma desde el 2009. En el 2014. 35 por ciento de los hombres jóvenes vivían con sus padres, mientras que sólo 28 por ciento vivía con sus parejas. Entre las mujeres jóvenes, en esas edades, esta es la primera ocasión en la que se registra un cambio, con 29 por ciento de ellas viviendo con sus padres, y 35 por ciento con sus parejas.
También variables como nivel educativo, raza o identidad cultural e identidad étnica son variables que influyen. Con menor educación, el número de adultos jóvenes viviendo con sus padres es mayor.
Los latinos o hispanos adultos jóvenes son quienes viven en mayor porcentaje con sus padres, con 36 por ciento de ellos en esa condición entre los 18 y 14 años de edad. Para los blancos, ese porcentaje es el 30 por ciento.