MINNEAPOLIS, MN
Aun cuando resuenan los ecos de la incertidumbre, aun cuando pesa toda la información que profusamente circuló en torno al potencial contagio de Zica, aun cuando las aguas contaminadas continúan siendo un problema insoluto, y con la seguridad de los atletas aun en duda. Luego del escándalo de la delegación rusa, y del apoyo de los atletas ucranianos a sus colegas; con la resonancia de un ambiente político igualmente turbulento y la realización de que la organización de los juegos fue sumamente costosa para un país que no se encuentra en boga, fueron oficialmente inaugurados los trigésimo primeros juegos olímpicos de la era contemporánea, que dieron comienzo en Atenas, Grecia, en 1896.
Independientemente de que se hayan ya registrado juegos de fútbol; al margen de que la selección brasileña haya logrado tan sólo empatar en su presentación (pese a contar con el súper astro Neymar en sus filas); independientemente de que Corea del Sur goleara 8-0 a Islas Caimán y de que México empatara en un partido muy lúcido ante Alemania, o bien que Estados Unidos lograra su primer incuestionable triunfo en la rama femenil, hoy tuvo lugar la ceremonia de inauguración.
Una ceremonia colorida, como debía esperarse de Brasil, donde todo es color. Una invitación a la reflexión: ¿fue Charles Lindbergh quien construyó y empleó el primer avión funcional en la historia, o fue Albert Santos Dumont? El segundo, inventor y piloto brasileño, acaso por ello borrado en la historia.
Con una secuencia de imágenes digitales, Brasil mostró al mundo que puede, sin duda, crear imágenes que engañan a la vista, y que pueden también dar cuenta de lo que es la realidad. Imágenes que, pareciendo en movimiento, se complementaban con expertas interpretaciones de bailarinas y bailarines, haciéndonos creer que saltaban de techo en techo, o que se encontraban en superficies móviles.
Interpretaciones de canciones famosas, como “La Chica de Ipanema,” creación del incomparable Antonio Carlos Jobim, pasando por una ilustración musical de las favelas, símbolo de pobreza y comunidad al mismo tiempo, permitieron la introducción de Elsa Sworo, tan simbólica para Brasil, como Ella Fitzgerald, nos anunciaban los cronistas de NBC, y que sin embargo es única y hermosísima, como es la cultura.
Ciudades simbólicas fueron presentadas, como Río, sede de los juegos y la fiesta, Sao Paolo, Salvador (con su inolvidable Pelourinho), desfilaron a los ojos de los presentes y los televidentes, antes del desfile de las naciones que participan en esta fiesta mundial que congrega a lo mejor del deporte internacional.
Pwero también hubo denunceas en en contra del racismo y el sexismo, con el ritmo del birimbao y la voz de la rapera infantil (12 años) M.C. Sofia Pretinha (negrita), quien es ya muy popular entre jóvenes brasileños.
Con la ausencia de previos líderes de gobierno, y con la presencia de miles de personas que les apoyan, pero sobre todo con un despliegue impresionante, que oculto todos los problemas por un momento, la ceremonia cumplió con su cometido, al invitar al mundo a disfrutar, a penas que es posible olvidar por unos días lo convulsionado que está el mundo, e imaginar que, gracias al deporte, la gente puede vivir y convivir en armonía.
Quedan pues inaugurados estos XXXI juegos olímpicos en Brasil, en Río de Janeiro. Buena suerte a los atletas, y que le mensaje sea precisamente el de armonía que se propuso Virginia Casey: celebrar nuestras diferencias. Y ello es posible en un Brasil, que es un país tropical de mucha belleza, de carnaval, todo el tiempo.
