MINNEAPOLIS, MN
Después de meses de protesta, después de que fueran reprimidos y heridos, después de ser mordidos incluso por perros, una comunidad indígena sioux en Dakota del Norte, respaldándose en una arma muy poderosa llamada desobediencia civil pacífica, contando con solidaridad local, nacional e internacional, lograron detener la construcción de un oleoducto de crudo de casi 2 mil kilómetros de largo y de un costo de 3.8 billones de dólares, el cual buscaría conectar Dakota del Norte con Illinois.
El domingo 4 de diciembre se hizo el anuncio oficial de que dicho proyecto se pondrá en pausa. Esta victoria de los sioux, aunque parcial, es una victoria para quienes defienden los recursos vitales como el agua, una victoria para quienes exigen respeto a sus ancestros, una victoria para quienes tienen en ese territorio sus cementerios sagrados, una victoria para quienes saben que la madre tierra no está a la venta.
Por otro lado, esto ha sido una derrota para la compañía texana “Energy Transfer Partners” y sus accionistas, una derrota para el gobernador conservador y reaccionario del estado, una derrota para aquellos que, con su enorme avaricia e inconsciencia, están contaminando el subsuelo, una derrota para el capitalismo rapaz.
La compañía ha dicho que no está dispuesta a desviar la ruta de la construcción de dicha tubería ni a buscar rutas alternas, y que seguirán insistiendo por todos los medios para que el proyecto se lleve a cabo por su ruta original.
La presión contra la compañía y contra el gobierno, tanto estatal como federal, la ejerció una histórica coalición conformada por activistas, estudiantes, artistas, veteranos de guerra, ambientalistas, gente famosa, decenas de tribus de Estados Unidos e indígenas de todo el mundo.
Bajo la consigna de ¡No al Dakota Access Pipeline!
(¡No to DAPL!), los indígenas piden que la tubería sea desviada para que no pase por tierras sagradas, que no pase por debajo del río Missouri y que se haga un estudio a fondo sobre las consecuencias ambientales que el oleoducto traerá consigo.
Este reciente acontecimiento en Dakota del Norte consiste en el choque de dos visiones opuestas.
La visión de una empresa texana y la visión de la comunidad sioux, la visión de quienes consideran al dinero casi como a un Dios y la visión de quienes consideran a la madre tierra como algo sagrado.
De concretarse, el Dakota Access Pipeline afectaría mantos acuíferos, destruiría tierras sagradas, contaminaría agua potable, ríos, manantiales, flora y fauna, causaría muertes humanas, derrames de petróleo y daños a propiedades.
Por su parte la tribu indígena de Standing Rock se mantiene con la guardia en alto y han dejado claro que su batalla contra el oleoducto aún no ha concluido.