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UNA NOCHE EN LA HABANA, “NACHITO” HERRERA EN EL ORDWAY

SAINT PAUL, MN

Si los viajes mágicos que son descritos en aquellas novelas que poblaron nuestra imaginación hubieran estado acompañados con música, hubiese sido aún mucho más indeleble la huella que ellas dejaron. Así, esta noche mágica en el Ordway, en Saint Paul, quienes vivimos la experiencia, viajamos a la Habana, sin mayores escalas que las musicales. Un viaje directo, con Nachito Herrera y su orquesta, en el que la música resultó mucho más eficaz que cualquier línea aérea.

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Ignacio “Nachito” Herrera, es un músico Cubano, quien reside en White Bear, Minnesota, y quien cuenta en su biografía el haber maravillado audiencias al tocar, cuando tenía sólo 12 años de edad, el Concierto Número 2 para piano, de Rachmaninoff en la Habana. A los 16, Nachito fue invitado por nada menos que Rubén González, famosísimo pianista de Buena Vista Social Club, a tocar con él. Como consecuencia de ello, Nachito decidió estudiar los ritmos tradicionales cubanos, aprendiendo e grandes maestros de la Isla, como Chucho Valdés, Frank Fernández, y el mismo Rubén González.

Luego de obtener su grado de Maestro  en Música por parte del Instituto Superior de Arte de la Habana, Nachito Herrera se unió a la Orquesta Tropicana de Cuba. Compartió créditos también en dos discos grabados con Cubanísimo, orquesta con la que tocó en 1997. Nachito pronto trascendió del ámbito musical cubano, cuando formó parte de diversas giras por Europa, los Estados Unidos y el lejano Oriente, como miembro de la orquesta Cubanísimo. Fue nombrado Ciudadano Honorario de la ciudad de Nueva Orleans, cuando se presentó en un concierto dentro del Mardi Gras.

En el año 2001, Herrera decidió establecerse en Minnesota, en donde ha logrado consolidar su nueva orquesta Puro Cubano, que le acompaña en sus conciertos. La noche de anoche llego, y, mientras la luna se asomaba curiosa por los enormes ventanales del Ordway, acaso para escuchar y bailar con la música de Nachito Herrea y su grupo, cientos de personas tuvimos el honor de verle volver al recinto donde dio precisamente su primer concierto en los Estados Unidos, El Ordway. 

En este reencuentro, los ritmos fluyeron en composiciones diversas, diferentes y sin embargo con ese sabor que un piano de cola, al centro del escenario, y una orquesta con violines, trompetas, flautas, congas, timbales y batería, puede dar. Los dedos de Nachito se deslizaban con gracilidad en las teclas, para producir sonidos limpios, sin tacha, que sobresalían del resto de los instrumentos, para complementar canciones como Noche en la Habana (compuesta por el mismo Herrera), Baba Fururu (ritmo cubano tradicional con las voces de Mirdalys Herrera, si, hija de Nachito, y Miguel Valdez). Con una fusión de ritmos y tonos, con notas de música clásica, jazz, rumba, salsa y otros tantos géneros, apareció José Pepito Gómez, desde la Habana en el escenario, para cantar Elije Tu. La voz de Pepito complementó maravillosamente (o debiera decir se fusionó enteramente) con los instrumentos y subió sin duda el tono a niveles insospechados.

Ramón Veloz nos obligó a buscar las máscaras de oxígeno, luego de su virtuosa interpretación de El Amor de mi Bohío, del gran Julio Brito. La famosísima canción de este compositor cubano, y de la que se conocen multitud de versiones, algunas de ellas muy disímiles, y que en el escenario sonó más cubana que nunca. ¿Quién no recuerda a Omara Portuondo cantando “es mi vivir, una linda guajirita, la cosita mós bonita, lo que reina en mi bohío”? O, ¿quién, acaso, no bailó la misma canción con el ritmo de la Sonora Santanera? La de esta noche de domingo, será una versión inolvidable más, con una voz de tonos inigualables.

No se necesitó ninguna invitación expresa, y de pronto, decenas de parejas de entre el público asistente, bailaban al ritmo que les tocaran, incorporando la música a sus movimientos y celebrando así la fusión instrumental que nos ofrecía la orquesta. Orestes Lóez, Ernesto Lecuona, e Ignacio Cervantes, grandes compositores cubanos, se hicieron presentes en el programa, con Nachito pidiendo al público bailarín que tomasen sus lugares, pues esa música “más que para bailar, es para escuchar”. Y, en efecto, todos volvieron a sus lugares, y nos deleitamos con el virtuosismo de Herrera al piano. A ello se sumó un delicioso Chopaneando, como un extraordinario arreglo del Preludio en Mi Menor para piano, de Federico Chopin! El placer de Herrera por la música clásica quedó entonces compartido con todos nosotros, y pudimos imaginar a Nachito tocando con la Orquesta de Minnesota, o la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, tanto como cuando lo imaginamos tocando con Afro-Cuban All Stars en su gira por los Estados Unidos, para ponerle sabor a Chopin.

El grupo, la orquesta, Nachito, intentaron cerrar su presentación con una interpretación musical y visual, que conjugó lo que se había vivido durante las dos horas anteriores, con bailarines extraordinarios. Era La Reina del Carnaval, y con ella el Ordway se transformó en un testigo de una expansiva fiesta cubana, con una veintena de bailarines bailando con el público e invitando a quienes habían preferido mantenerse en sus asientos, a sumarse a la explosión de gozo. Entre los bailadores resaltó una pequeña que ondeaba una bandera cubana, y la sincronización que los miembros del grupo tuvieron en sus pies y caderas. Un último bailecito, propuesto por el grupo, que se agigantaba frente a las coreografías previamente presentadas con otras interpretaciones. Todo, en fin, como si estuviésemos en la Habana, dentro del Tropicana, o el Hotel Nacional, como describía Nachito.

Vino la despedida, y la negativa del público a dejar que la noche terminara así. Así que la fuerza de “otra, otra…” obligó a alargar el concierto, con una excelsa interpretación de Guantanamera. Gozo colectivo, y agradecido; baile; improvisación en la música y en el canto; nueva invitación a todos a sumarse al baile… Éxtasis inenarrable. Y así cerraba la noche, con los versos de Martí “cultivo una rosa blanca… para un amigo sincero…” Y todos coreando, “Guantanamera, guajira Guantanamera….” Aterrizábamos de vuelta en el frío Saint Paul, donde se anuncia la inminente llegada del invierno, al finalizar nuestro viaje exprés a la Habana. Poco antes del final, Nachito Herrera sentenciaba: “Hay solo dos tipos de música: música buena y música mala.” Esta noche, Nachito nos regaló pura buena música. Que queda ahí, como cuento de hadas, tras un viaje mágico inolvidable, esperando pronto por mas, mas, mas…como solíamos pensar cuando la noche nos cubría con su manto y ordenaba cerrar los ojos para dormir hasta el día siguiente.

Entonces nos reencontraremos con Nachito Herrera y su música una vez más, en la Habana, por supuesto.


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