SAINT PAUL, MN
Nació deforme. Sin pies ni cabeza. Sin siquiera tener una forma específica. Y a cada momento que ha sido presentado ante el congreso para su aprobación, y eventual implementación, la propuesta de repeler y reemplazar el programa de Acceso a la Salud Accesible (ACA por sus siglas en inglés, también conocida como Obamacare), termina por asustar incluso a quienes habrían de apadrinarlo.
Lo que habría sido una de las promesas más sonadas y publicitadas por parte del presidente de los Estados Unidos, durante su campaña, se ha convertido en la más seria frustración para él mismo, y para el ala dura del partido republicano.
La noche del lunes pasado, la senadora republicana por Maine, Susan Collins, anunció que no votaría en favor del más reciente intento por eliminar el sistema de salud heredado del presidente Barack Obama. Con ello, una vez más, las esperanzas republicanas y presidenciales por lograrlo, se han visto soterradas, sepultadas. En esta ocasión, los líderes republicanos en el congreso estadounidense decidieron retirar la propuesta de la posibilidad de ser votada en la asamblea del senado.
Es de destacar que en esta ocasión han surgido dos nombres nuevos que se han manifestado en contra de esta propuesta, que ha sido ya llamada “la propuesta zombie”, la propuesta que muere, pero que se levanta para intentar vivir. Los senadores Lindsey Graham, por Carolina del Sur, y Bill Cassidy, por Luisiana, decidieron no apoyar la propuesta. Esto es, en forma similar a lo que ocurriera en julio, estos legisladores decidieron no apoyarla, habida cuenta de que la propuesta parecía “quedar corta” en las perspectivas de quienes se han manifestado indiscutiblemente en contra del Obamacare.
Sorprende que la evidencia apunte a la incapacidad de quienes redactan las iniciativas en salud, de tal suerte que no han logrado contar con el voto de los 50 senadores republicanos, que bastaría para eliminar el ACA.
Ya en el pasado intento, en el mes de julio, se hablaba de que la iniciativa republicana por reemplazar el Obamacare habría de ser sepultada. Declarada muerta, se levantó en las sombras del cementerio de iniciativas muertas, gracias al trabajo de Graham-Cassidy, quienes proponían algunos ajustes al documento anterior, con mayor apoyo a los estados para ofrecer alternativas a los clientes, pero sin ser claros en cómo lograrlo, y siendo igualmente “suave” a los ojos de los radicales demócratas.
De inmediato, el senador de Kentucky, Rand Paul, expresó que no apoyaría esta nueva propuesta, pues la promesa que los republicanos habían hecho a sus simpatizantes era repeler el ACA, y que con esta no se lograba ello. El senador por Arizona, John McCain, quien hubiera votado en contra de la propuesta de julio con sus pulgares abajo, acusó que la propuesta no seguía, como la anterior, los mecanismos propios del senado, sin pasar por audiencias y comités que garanticen la participación amplia de senadores.
Susan Collins, quien pusiera el último clavo al ataúd, acusa al potencial recorte a los fondos de Medicaid bajo el formato de salud propuesta, así como la falta de garantías para personas con condiciones preexistentes de enfermedad, quienes podrían perder la cobertura que hoy tienen. Igualmente, la senadora acusó lo que podría traducirse en un incremento significativo en el costo de los seguros para los individuos que lo soliciten.
Por lo pronto, el sueño republicano de repeler el ACA ha muerto de nueva cuenta.
Habrá que observar cuidadosamente lo que seguirá a esta nueva derrota. Podría ocurrir, prevén los analistas, que se intente un acuerdo bipartidista para resolverlo, que con ello logre incluso el arreglo de los problemas que pueda tener el ACA. Pero no se sabe cuánto tiempo llevaría, y si acaso las bases republicanas, quienes llevaron a la presidencia al partido, podrán esperar, o bien cobrar la factura.
