SAINT PAUL, MN
A casi dos semanas de que el huracán María causara devastación y dejara a los residentes de Puerto Rico al borde una crisis humanitaria, el presidente de Estados Unidos Donald Trump visitó ayer la isla para conocer de primera mano los esfuerzos para la recuperación.
Trump es el primer presidente estadounidense en hacer una visita oficial a Puerto Rico en medio de una emergencia y lo hizo acompañado de su esposa Melania, en parte para acallar las críticas que a recibido su gobierno por la demora en atender la crisis que vive el territorio.
María dejó a gran parte de los 3.4 millones de habitantes sin electricidad y agua potable y con una escases de comida y gasolina, así como enormes daños a la infraestructura.
Durante su visita de 5 horas y tras retrasarla por 13 días, Trump generó más polémica que alivio, debido a que no anunció en medidas concretas de apoyo y se centró en el autoelogio, resaltando los esfuerzos “increíbles” de su administración en la asistencia a los damnificados y en los primeros pasos de reconstrucción de las infraestructuras de ese país.
El presidente incluso le reprochó al gobierno local la enorme deuda financiera que arrastra afirmando: “odio decirles esto, pero hemos gastado mucho dinero en Puerto Rico” y comparó las “16 muertes” que dejó María con las “miles” de personas que murieron en Nueva Orleans tras el paso del Huracán Katrina en 2005.
En varias paradas durante el día, Trump se unió a la brigada de entrega de suministros e incluso fue puerta por puerta en uno de los áreas residenciales a las afueras de San Juan, saludando a las familias que estaban afuera de su casas. Mientras distribuía comida, toallas de papel y pilas en la Capilla Cavalry, el presidente dijo “hay mucho amor en este cuarto”.
Trump llegó a una base militar en la capital, San Juan, después realizó un sobrevuelo en helicóptero para observar el desastre y por último visitó una iglesia en Guaynabo, un municipio acomodado, menos afectado que otros lugares de San Juan y en donde lanzó al aire rollos de servilletas imitando el gesto del lanzamiento de una pelota de básquetbol, dejando un sentimiento de humillación generalizado entre los boricuas, por su completa falta de tacto.
Luego de su partida, a las cinco de la tarde, el gobernado de Puerto Rico Ricardo Roselló actualizó la cifra de muertes a 34.
