Crónica Cinematográfica: Cantinflas
MINNEAPOLIS, MN
En el año 1992, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española incluyó un nuevo verbo en su lista de definiciones: Cantinflear. Tras una larga explicación de lo que este verbo refería, diez años más tarde, la definición fue reducida y terminó como “hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada”. El término se construyó a partir de la forma en la que frases cortadas, inconclusas, incluso sin estructura lógica, son empleadas para mofarse de algo o alguien, o para confundir. ¡Y es ahí donde está el detalle! A quien se atribuye esta innovación lingüística es a un tal Mario Moreno Reyes, también conocido como “Cantinflas”.
Cantinflas es también un filme que busca ofrecer una visión de la vida de Mario Moreno, del surgimiento de su famoso e inolvidable personaje, y de los cambios asociados con la fama y el acceso a nuevos mundos. O al menos eso es lo que podríamos concluir, pues pareciera que el guión ha sido desarrollado en forma “cantinfleada”, con un juego incesante entre un punto en el tiempo, 1955, cuando la fama de Cantinflas le lleva a filmar La Vuelta al Mundo en 80 Días, y otro punto, 1931, cuando la historia de Cantinflas ha de nacer. A lo largo de la más de hora y media que dura la cinta, el guión se mueve linealmente, de forma acelerada a partir de 1931, y en forma extremadamente lenta a partir de 1955. De pronto los tiempos parecieran contradecirse, y hasta desligarse, como si estuviésemos atestiguando dos momentos diferentes e independientes en la vida de Don Mario.
Una producción que contó con suficiente presupuesto para incluir actuaciones de múltiples figuras del mundo del espectáculo, tanto de México, Estados Unidos y España. Michael Imperioli (recordado por su notable papel en Los Soprano), personifica a Michael Todd, productor y director de la Vuelta al Mundo, quien aparece como un tercero en discordia, cuando nos es narrada la serie de desventuras que tuvo que sortear para lograr la realización de la película, de la que Cantinflas emergió como ganador del Globo de Oro en Hollywood. Adal Ramones, en el papel de Fernando Soto “Mantequilla”, u Otto Sirgo como Andrés Soler, pasan casi desapercibidos con apenas unos “cameos” casi al final de la cinta. Y de pronto, junto con María Félix, Lupita Tovar, Diego Rivera, Gloria Marín, Alejandro Galindo, Gabriel Figueroa, Vitola, y todas aquellas actrices y actores que dieron gloria al cine mexicano en la década de los años 50, aparecen fugazmente como para señalarnos que Cantinflas fue parte de ese mundo de glamour, sólo circunstancialmente.
El argumento se reafirma cuando Valentina Ivanova, representada extraordinariamente por Ilse Salas, reclama a Mario Moreno el haber perdido su identidad y dejado de pertenecer a un pueblo que lo identifica como parte del mismo. “¡En qué cantina inflas!”, que es presentado en la cinta como la razón de ser el pseudónimo de don Mario, emerge de la voz de un casual espectador, borracho, en una presentación en la carpa, cuando no logra entender el rebuscado y sinsentido lenguaje que Mario Moreno emplea al actuar con su inseparable patiño, Estanislao Shilinsky. Y aun cuando el mensaje sea que su fama se debe al pueblo, la interacción entre el actor y el pueblo, no vuelve a presentarse en ningún momento.
Con todo, y aun cuando, y acaso por ello, el guión pareciera ser un ejemplo de la forma de hablar de Cantinflas, la película mantiene al espectador atento de principio a fin. Una buena caracterización por parte del actor español Óscar Jaenada, logra un retrato aceptable, aunque un tanto demasiado formal, de Cantinflas. Podrá argumentarse, como se ha hecho en México, que al actor le resulta difícil el imitar el cantinfleo, y sin embargo hay momentos en los que pareciera haberlo asumido con naturalidad. Para quienes aman el cine mexicano, los nombres de los personajes que aparecen como lluvia de estrellas fugaces, se puede traducir en júbilo. Manuel Medel, Elizabeth Taylor, la hermosísima Miroslava Stern, Estelita Pagola o el Indio Fernández nos recuerdan que nuestro Chaplin Mexicano, contribuyó a la época de oro del cine mexicano. Y uno no puede más que emocionarse al ver en la pantalla a Cantinflas recibiendo el Globo de Oro, compitiendo frente a Jul Briner y Marlon Brando.
En suma, una cinta que sin duda contribuye a reforzar nuestro gusto por el cine, con referencias a las dificultades que la industria cinematográfica mexicana tuvo tras la creación de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y su separación de la CTM, y el sinnúmero de estrellas que brillaban incluso fuera de las fronteras nacionales. Pese a la aparente carencia de fluidez en los tiempos y a la disociación entre historias, Cantinflas, la película, invita a disfrutar de un personaje crucial en la historia del cine mexicano.
Las disputas por plagio, las críticas por la falta de rigor en el retrato de Don Mario Moreno, el enojo por haber traído a un actor español a representar a un gran personaje mexicano, no deben ser ignorados, mas sin embargo podemos reconocer un buen producto del cine contemporáneo mexicano. Esta ocasión en manos de Sebastián del Amo, quién paradójicamente nació en Paris, graduado del Centro de Capacitación Cinematográfica, y que filmó El Mundo Fantástico de Juan Orol, con el que se hizo merecedor a múltiples reconocimientos.
Una disfrutable cinta en el contexto del programa de Cine Latino.