SAINT PAUL, MN
No tener tolerancia, es ser intolerante.
La política de “Tolerancia Cero” va más allá de eso, al establecer nuevos parámetros de crueldad y violación a los derechos humanos elementales. Y no es sólo una cuestión de una política de migración que, sin duda cada país puede diseñar e implementar. Se trata de una serie de acciones que ha hecho emerger lo peor de la sociedad estadounidense, sin incluso plantear ninguna disculpa.
Bajo las premisas planteadas de no tolerar el arribo de inmigrantes sin documentos a los Estados Unidos, la presente administración ha llevado al extremo el ejercicio de la fuerza para no solo deportar a quienes se encuentran en el país bajo esa condición, sino reforzar sus medidas para detener a quienes pretendan ingresar. Y, tal y como ocurría en los tiempos en los que los esclavos africanos o afro americanos buscaban escapar de las plantaciones o casas en las que eran explotados, hoy quienes cruzan la frontera viven múltiples infiernos si son capturados por la policía fronteriza.
No importa si su intención es huir de la violencia que prevalece en sus países, ni mucho menos si buscan mejores condiciones de vida con mayor confort y seguridad para ellos y sus familias. Quienes se aventuran a cruzar la frontera, y lo hacen con sus hijos, pequeños la mayoría de las veces, de quienes son separados con argumentos como que los llevarán a tomar un baño, o a recibir alimentos, para no verlos más mientras los padres enfrentan procesos legales para su deportación o para revisar sus peticiones de asilo.
Entretanto, y como ha sido revelado hoy, son más de 10,000 menores de edad, de entre uno y 12 años, los que se encuentran en centros que asemejan más a prisiones que a centros de asistencia, y en algunos casos con evidencias de que los infantes son remitidos a pequeñas jaulas similares a las usadas en perreras u otros centros veterinarios. Son aproximadamente 100 los llamados refugios que se han financiado con fondos federales.
Tras una visita guiada a uno de dichos centros, decenas de reporteros atestiguaron la hacinación y el maltrato que enfrentan los pequeños separados de sus padres.
Se trata de un bodegón que funcionaba previamente como una súper tienda Walmart, en Brownsville, en el estado de Texas. Ahí se encuentran visiblemente detenidos más de 1,500 pequeños de entre 10 y 17 años que fueron detenidos al intentar cruzar la frontera sin documentos, en la mayoría de los casos con sus padres.
Los pequeños son tratados como internos en prisión, incluso recibiendo insultos por parte del personal que ahí está presente, y se les permite hacer hasta tres llamadas telefónicas por semana a sus familiares. Duermen en colectivo en distintas habitaciones y reciben clases de civismo (uno se pregunta ¿cual?) y de historia de los Estados Unidos (¿qué historia?).
Acaso este sea uno de los menos aberrantes centros de detención infantil, pues existen otros en los que los niños lloran detrás de mallas dentro de jaulas. Pero en conjunto son la evidencia de la forma en la que el gobierno de este país trata a los niños que provienen de otros países. En Brownsville, se proyecta el levantar una tienda para albergar a 360 jóvenes, fuera de las instalaciones, justo cuando las temperaturas en el lugar pueden llegar a los 100 grados Fahrenheit.
La situación ha sido “justificada” por el abogado general de los Estados Unidos, Jeff Sessions, citando un pasaje bíblico que apela a la aplicación de la ley. Mismo argumento que no fue desmentido y antes bien justificado por la vocera de la Casa Blanca Sarah Sanders, al responder a reporteros que presionaban por escuchar una explicación de las palabras de Sessions. El ejercicio de una crueldad inhumana, justificada por la fe cristiana, que fue deplorada por decenas de líderes de diversas iglesias.
Acciones de lesa humanidad que han llamado la atención de las Naciones Unidas, y que ponen en evidencia que dentro del país al que miles y millones de personas acuden en busca de un sueño, se ejercen acciones incluso semejantes a las que se han documentado en otros lares, y que han sido duramente condenadas por los representantes de los Estados Unidos.
Acciones que nos hablan de una cara de este país que muchos han pretendido negar o ignorar, pero que sigue ahí, como el dinosaurio del cuento más largo de la historia; ese de Augusto Monterroso que decía “Y, cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí”