SAINT PAUL, MN
“La parte más difícil ya está. Vamos muy bien”. Un arquitecto charla con Leydi, cuyo hogar está siendo levantado tras el sismo del 7 de septiembre. Como la suya, miles de casas vuelven a alzarse gracias a un puñado de proyectos que se han volcado en reconstruir el sur de México.
El terremoto, cuyos efectos se sumaron a los ocurridos el 19 y el 23 del mismo mes, dejó en el estado de Oaxaca un panorama desolador, con un total de 81 víctimas mortales y 63.335 casas con daños.
A casi un año de la tragedia que desencadenó el potente temblor de magnitud 8,2, la reconstrucción sigue siendo la tarea pendiente en el istmo de Tehuantepec, la región más afectada.
El hogar de Leydi Gijón, de 15 años, fue catalogado como de pérdida total. En el lugar ahora empieza a vislumbrarse su futura casa, que ya cuenta con la cimentación y los muros, en los que se abren las ventanas y las puertas.
“Siento que estará más fresco, no como el cuarto que estaba. (Aquí) hace mucho calor”, comenta a Efe la joven de la localidad San Mateo del Mar. En algunas semanas más, ella, su esposo Rolando y su bebé recién nacido podrán trasladarse al nuevo hogar y dejar el de su suegra, que se encuentra justo en frente y no sufrió daños con el sismo.
“Ya tenemos nuestro propio cuarto, ya no tenemos que estar ahí arrimados con mi suegra”, bromea Leydi. El arquitecto Carlos Zedillo, de Pienza Sostenible, ha sido el encargado de diseñar la casa de Leydi, atendiendo a su petición de que el inmueble estuviera regido por los “espacios abiertos”.
Esta organización está llevando a cabo el proyecto de reconstrucción en la colonia Juárez de San Mateo del Mar, con el objetivo de ayudar a las familias de bajos ingresos y proporcionarles hogares que no sean “impersonales”, sino que respondan a las necesidades de los que habitan en ellas.
Para ello, han tenido que tomar en cuenta las condiciones particulares del istmo, una zona marcada por los movimientos telúricos. Asimismo, es una región calurosa, en la que las inundaciones son frecuentes, así como las ráfagas de viento.
Uno de los ejes del trabajo de Pienza ha sido enseñar a los habitantes de la localidad los procesos constructivos necesarios para que las casas sean seguras, con el objetivo de que estas personas puedan implementarlo en otros proyectos e incluso dedicarse a ello profesionalmente.
Además, ha sido fundamental contar con la confianza y el permiso de la comunidad -formada en su mayor parte por indígenas huaves– antes de empezar con la construcción, respetando sus usos y costumbres.
Cae la noche y el cabildo de San Mateo del Mar llega al antiguo mercado que ahora sirve a Pienza como taller donde se crean las diferentes piezas que sirven para reconstruir las casas.
Ante los miembros de este órgano de gobierno local, los arquitectos presentan dos nuevos proyectos que quieren construir y que deberán ser sometidos a la aprobación de la comunidad: un centro que servirá como mercado (entre otros usos) y una clínica médica.
Tras la presentación, algunas de las preguntas de evidencian la huella del sismo y las dificultades climatológicas: “¿Es seguro?” “¿Cuánto durarán las lonas?”
El programa Échale a tu casa, que está levantando unas 2.500 viviendas para familias damnificadas, se encargará de la construcción del centro comunitario, de tener el visto bueno.
Al igual que el proyecto de Pienza, este cuenta con el respaldo del Fideicomiso Fuerza México, una iniciativa del sector privado creada tras los terremotos con el objetivo de acumular fondos y apoyar la reconstrucción.
Francesco Piazzesi, fundador de Échale a tu casa, subraya que uno de los aspectos positivos del programa es que en el lugar “quedan las capacidades adquiridas”: “La gente de la comunidad es la que hace todo. Construimos los hogares con las familias, tienen el empoderamiento para construir su casa”.
A unos kilómetros de allí, en el municipio de Unión Hidalgo, Cecilia Martínez enseña su nueva casa, recién pintada con un vibrante color azul.
Aunque al principio sentía algo de desconfianza por los materiales de construcción, ahora está segura de que el inmueble será resistente, al contrario de su antigua vivienda, que cayó con el temblor: “Con la ayuda de mis hermanas pudimos salir, porque casi nos quedamos atrapados”.
“Dormimos en la calle, allí teníamos una cama y los catres”, dice Cecilia, quien recibió el apoyo de la organización Construyendo.
Reconoce que la ayuda, desde el pasado septiembre, ha ido disminuyendo, pero que nunca ha faltado quien echara una mano: “Todos me han ayudado bastante, los vecinos igual, todos nos apoyamos. Ahora sí entendimos que Dios nos dio otra oportunidad”, concluye.