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50 ANIVERSARIO MÉXICO’68

Smith, Norman y Carlos: un podio cargado de razones

Madrid, 2 sep (EFE).-

Tommie Smith, Peter Norman y John Carlos: solo tres hombres encima de un podio. Pero lo que hubo sobre el cajón aquel 16 de octubre de 1968 en el estadio olímpico de México fue mucho más que un trío de atletas: la rabia, la protesta, el orgullo, la solidaridad y la dignidad subieron también a recibir sus medallas.

Una de las historias más apasionantes del deporte de todos los tiempos ocurrió en los Juegos de México’68, que este año celebran su 50 aniversario. Se resume en apenas tres capítulos: una carrera, una entrega de medallas y la tormenta posterior.

La carrera, la de los 200 metros. Tommie Smith y John Carlos, compañeros en la universidad de San José, California, eran los favoritos para ganar el oro, avalados por sus marcas. Carlos estaba en poder del récord mundial con 19.92 segundos.

Ambos eran miembros del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos, una asociación civil que denunciaba la segregación racial en Estados Unidos, tanto en el deporte como en otros ámbitos.

Una vez en México, los dos estadounidenses se vieron sorprendidos por la actuación en las series del australiano Peter Norman, que nunca había bajado de 20.5 pero que allí batió el récord olímpico con 20.2. En la siguiente ronda Smith lo igualó y en las semifinales tanto Smith como Carlos le dieron un nuevo mordisco hasta dejarlo en 20.1.

Smith se lesionó y salió de la pista cojeando. Aunque estaba “un 80 % seguro” de que no tenía ninguna opción, se presentó a la final.

En la hora decisiva, sus piernas le demostraron que estaba equivocado.

John Carlos lideraba la prueba a la salida de la curva, pero Smith tuvo una progresión irresistible en los últimos 60 metros y entró destacadísimo en meta, con récord mundial de 19.83. Carlos, mientras, también fue superado en el último suspiro por Peter Norman (20.06). “No sabía que un blanco pudiera correr tan rápido”, declararía después el medallista de bronce (20.04).

La hazaña deportiva pasó a segundo plano en cuanto comenzó la ceremonia de entrega de medallas.

Smith y Carlos se presentaron descalzos. En el pecho, sobre las siglas USA, un distintivo con el emblema del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos. Smith se anudó una bufanda negra al cuello y Carlos se puso un collar de cuentas. Todo ello para recordar la pobreza y la discriminación que sufrían los de su raza en su propio país. Y cuando empezó a sonar el himno estadounidense, ambos inclinaron la cabeza y alzaron un puño, Smith el derecho, Carlos el izquierdo, enfundados en negro. Solo tenían un par de guantes y lo compartieron.

Para completar la escena, Peter Norman, un australiano blanco y rubio, también subió al podio y recogió su medalla de plata con el símbolo del Proyecto Olímpico pegado en la chaqueta.

“Creo en lo mismo que vosotros. ¿Tenéis otra para mí? Así podré mostrar mi apoyo a vuestra causa”, les dijo a sus rivales cuando les vio con la insignia reivindicativa. Fue un remero estadounidense, Paul Hoffman, de raza blanca pero activista del Proyecto, quien le dio la suya a Norman.

Sus compañeros de ceremonia nunca olvidaron aquel gesto solidario y en adelante consideraron al australiano uno de los suyos. Un hermano. Cuando murió en 2006, Smith y Carlos llevaron a hombros el féretro el día del entierro.

¿Black Power sobre un inmaculado podio olímpico? Aquello tuvo consecuencias deportivas y vitales para todos sus protagonistas.

Smith y Carlos fueron expulsados del equipo y de la Villa Olímpica. A su vuelta a Estados Unidos recibieron críticas y encontraron dificultades para seguir compitiendo o ser contratados para algún empleo. La mujer de Carlos se suicidó. Ambos malvivieron hasta que, décadas después, fueron rehabilitados por los responsables olímpicos nacionales e internacionales. Hoy, una escultura en la Universidad de San José reproduce su gesto en el podio de México’68.

Peter Norman, mientras tanto, siguió corriendo pero las autoridades australianas le hicieron el vacío. Cuando llegaron los Juegos de Múnich’72 no fue incluido en el equipo, pese a que había firmado en trece ocasiones la marca mínima exigida en los 200 y cinco veces la de 100.

Su figura ni siquiera aparece en la estatua de la Universidad de San José, en la que el segundo lugar aparece desierto. El escritor italiano Riccardo Gazzaniga dedicó a Norman un artículo en 2015 titulado ‘El hombre blanco de esa foto’, en el que ensalza la figura de aquel subcampeón olímpico cuyo nombre, 50 años después, nadie recuerda.



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