SAINT PAUL, MN. Por Estrella Flores-Carretero
Se dice a menudo que las mujeres que alcanzan puestos directivos no se apoyan entre sí, sino que rivalizan entre ellas. Puede que esa afirmación solo sea una más de las desacreditaciones de la sociedad patriarcal en la que vivimos. O puede que tenga sus razones.
En Europa, solo el 14% de los puestos en los consejos de administración están ocupados por mujeres. Las cifras nos dicen que aún queda un largo camino por recorrer y que, entremedias, debemos deshacer los estereotipos que afirman que las mujeres no nos apoyamos.
La sociedad en la que nacemos es competitiva, nos enseña desde la infancia que tenemos que ser los mejores y luchar por los primeros puestos. Somos muchos y el pastel para repartir es muy pequeño.
Sin embargo, las niñas aprenden pronto que su rival no es el hombre porque no van a poder competir con él: sus padres, sus maestros, todo el mundo considera que un niño es valiente y fuerte, mientras que una niña no pasa de ser una bella princesita.
Con el tiempo, muchas mujeres han interiorizado que tienen que ser competitivas, sí, pero han asumido que no deben serlo en relación con los hombres, porque ellos ya nacieron con el papel protagonista asignado. Por lo tanto, solo les queda competir con otras mujeres.No es esta mi experiencia. Siempre he trabajado muy a gusto con mujeres y, en la medida de mis posibilidades, he contribuido colocarlas en la posición que merecen.
Las mujeres, al igual que los hombres, debemos velar por apoyarnos. Estas son algunas formas de conseguirlo.
1. Estar atentos a las barreras que se ponen a sí mismas las mujeres para su desarrollo profesional. Hay que promover su participación en todos los ámbitos y posibilitar su acceso a los cargos de responsabilidad.
2. Facilitar la corresponsabilidad en los espacios privados. De cada catorce personas que no pueden trabajar por tener que asumir responsabilidades familiares, trece son mujeres. Las dobles jornadas no deben recaer exclusivamente sobre las mujeres.
3. Procurar apoyarnos entre las mujeres, que en muchos casos entramos en competencia entre nosotras. Está demostrado que mejora la productividad en las empresas cuando la relación entre mujeres es buena.
4. Liderar de manera democrática, dialogando, escuchando, delegando en los equipos con confianza. Tenemos que saber que nuestros enemigos no son las mujeres ni los hombres. No hemos de ver el sexo, sino la capacidad. En una empresa no hemos de ver más que la competencia para la que estamos preparados, no si mi rival es hombre o mujer. Y apoyarnos entre nosotros.
No debemos olvidar que para algo hemos inventado el hermoso término «sororidad», una palabra latina que nos habla de la hermandad entre mujeres.
Nuestra forma de liderar va contra el individualismo y la desigualdad. Nuestro futuro, y por tanto el de la humanidad, está en cooperar y ser solidarias entre nosotras. Juntas sumamos.
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