MINNEAPOLIS, MN
Bariloche, uno de los destinos turísticos más populares de Argentina, es, además, la capital nacional del chocolate debido a su reputada elaboración artesanal de dulces en base a derivados del cacao y que cada año son el centro de una popular fiesta donde chuparse los dedos es regla de etiqueta.
Desde 2012, cada año para los festivos de Pascua, Bariloche, en la sureña provincia argentina de Río Negro, hace del chocolate una celebración, tanto para los 30.000 turistas que en esas fechas suelen visitar este destino como para muchos de sus 165.000 habitantes.
Si Bariloche, situada unos 1.600 kilómetros al suroeste de Buenos Aires, siempre es una buena opción de viaje por sus paisajes de montañas nevadas y lagos azul profundo, la Fiesta Nacional del Chocolate -que este año se celebra del 6 al 9 de abril- añade un motivo más para visitar la ciudad en esta época.
“Es una fiesta multitudinaria, con el agregado de que la gente puede saborear los chocolates que elaboramos”, dice a EFE Juan Carlos Carzalo, dueño de Mamushka, una de las más tradicionales chocolaterías de Bariloche y miembro de la Cámara de Chocolateros de la ciudad que, junto con la Municipalidad de San Carlos de Bariloche y el Gobierno de Río Negro, organiza esta celebración.
MUNDO DE SENSACIONES
A decir verdad, los chocolates son un producto regional característico de este destino y pueden degustarse todo el año, pero participar en esta fiesta tiene gratificaciones extras: la barra de chocolate más larga del mundo -de 215 metros de largo y dos toneladas de peso-, huevos de Pascua con sorpresas, catas a ciegas y un sinfín de actividades para niños y adultos, gratis, en pleno centro de la ciudad.
Allí la atmósfera huele, literalmente, a chocolate. Y el paladar se derrite.
No hay modo en que a uno no se le haga agua la boca caminando por el Paseo del Chocolate, un recorrido por las chocolaterías más emblemáticas de la ciudad -cuyos escaparates lucen como joyerías en las que se cuida cada detalle en torno al producto estrella- que remata en el Centro Cívico, a orillas del Lago Nahuel Huapi.
Antes hay que atravesar arcos de chocolate, la obligada escala de degustación en la barra gigante de chocolate con abundantes frutos secos y una visita a la Casa del Conejo, hecha 100 %, por supuesto, de chocolate.
Si hasta ahora usted no tenía un paladar educado para catar un buen chocolate, ahora tiene la oportunidad de diplomarse: la Universidad del Chocolate está concebida como un circuito de actividades para aprender, jugando, todo sobre el chocolate -¡hasta arte con chocolate!- y convertirse en “licenciado chocolatoso”. ¿Quién no quiere eso en su hoja de vida?
Y todo esto sin culpas, porque el buen chocolate, como resaltan los organizadores de la fiesta, mejora el estado de ánimo, hace bien al corazón y mejora la memoria.
ARTE Y TRADICIÓN
“No hay lugar en Argentina en donde se venda más chocolate que en Bariloche. Nuestro chocolate es distinto, no se ve en los quioscos.
No es chocolate industrial sino artesanal, tiene una carga de emoción por parte de cada uno de nuestros maestros chocolateros y es toda una tradición en Bariloche”, asegura Carzalo.
La tradición chocolatera de Bariloche se inició a mediados del siglo XX, cuando Aldo Fenoglio, un inmigrante del norte de Italia, se estableció en la ciudad y fundó en 1948 la primera fábrica de chocolates de la ciudad, Tronador -como el nombre del cerro más alto de los alrededores de Bariloche-.
“Se ha hecho una tradición artesanal, traspasando de generación en generación, trasmitiendo conocimientos y profundizando”, resalta Carzalo, quien da cuenta de los muchos premios internacionales que los maestros chocolateros de Bariloche han conquistado con sus creaciones.
Para la década de 1960 el chocolate se convirtió en un distintivo de la ciudad, consolidándose como el producto típico que se llevan los turistas como recuerdo de su paso por este bello destino, declarado en 2015 “Capital Nacional del Chocolate”.
Una decena de fábricas importan granos de cacao desde diversos países para elaborar su chocolate o lo fabrican a partir de chocolate base, pero hay muchos otros pequeños productores artesanales que se dedican a ese arte en Bariloche y sus alrededores.
Los preferidos: el chocolate en rama, que se deshace en la boca por su textura tan blanda, y el timbal de dulce de leche -creado en 1989 por Mamushka y hoy replicado por otros fabricantes-, un dulce con finas capas que crea una sensación atrapante en boca.
Pero también hay creaciones más recientes en alza, como frambuesas bañadas en chocolate y hasta huevos de Pascua rellenos con un popular licor de crema irlandesa.