Saint Paul, MN. Por Ismael Cala
Recientemente asistí a un evento en Amberes (Bélgica), donde todas las participantes eran mujeres emprendedoras. Es increíble sentir la energía que emana de un grupo de mujeres. Definitivamente, son imparables. Por eso pienso que, cada día más, debemos ver las diferencias de género simplemente como características opuestas, en algunas ocasiones, pero jamás como rivales.
Por ejemplo, desde el punto de vista físico, autoras como Anna Grabowska han concluido que las diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres vienen dadas por el tamaño del cuerpo calloso (ese haz de fibras que une a ambos hemisferios) y que favorece a las féminas. También lo han correlacionado con la fluidez verbal, que sería mayor en las mujeres debido a esta configuración cerebral.
Otra característica diferencial tiene que ver con la cantidad de neuronas espejo. Estas son necesarias para desarrollar la capacidad empática, y permiten conectarnos de manera profunda con los otros. Dos partes específicas del cerebro (pars opercularis, situado en el lóbulo frontal, y el lóbulo parietal inferior) serían la característica diferenciadora entre hombres y mujeres.
Ahora bien, todas estas diferencias son físicas. La palabra final la tendrán el ambiente y los estímulos a los que esté sometido el cerebro, que responderá de la mejor manera para adaptarse.
Las estadísticas muestran las caras de una misma moneda. Por una parte, de acuerdo con ONU Mujeres, en enero de 2019 solo el 20,7 % de los cargos ministeriales estaban ocupados por mujeres. Sus cinco áreas más comunes suelen ser asuntos sociales, medio ambiente, energía, trabajo o formación vocacional, comercio e industria. Es decir, aún hay mucho camino por transitar en la ansiada y merecida equidad.
Al mismo tiempo, la misma fuente indica que la representación femenina en los gobiernos locales puede suponer una gran diferencia. Una investigación sobre los panchayats (consejos locales) de India demostró que el número de proyectos de abastecimiento de agua potable, en zonas dirigidas por mujeres, era un 62% mayor que en los consejos gobernados por hombres. Por otro lado, en Noruega se encontró una relación de causalidad directa entre la presencia de mujeres en los consejos municipales y la cobertura del cuidado infantil.
Entonces, ¿hasta cuándo seguiremos apostando a la competencia entre géneros en lugar de la cooperación para co-crear un mundo cada vez mejor?