Saint Paul, MN. Por Hector Garcia.
En mi columna de marzo, mencioné que iba a escribir sobre las áreas controversiales de inmigración y el tráfico de drogas, dinero y armamento entre América Latina y Estados Unidos de América (EUA). Concluí la columna diciendo que solamente se pueden resolver estos problemas y otros en el hemisferio de las Américas a través del diálogo profundo y la colaboración, pero no a través de un muro. Los puentes de alianza y amistad entre países y culturas se construyen hablando y pensando sobre cómo aprovechar oportunidades y cómo minimizar problemas. Esto lo ha demostrado la historia.
Pensemos por ejemplo en cómo funciona la democracia y por qué es diferente a la dictadura, autocracia y aristocracia. Sin entrar en demasiado detalle, la diferencia principal es que en la democracia, es el pueblo quien se gobierna a si mismo a través de sus representates electos por períodos de tiempo limitado. Esos representates en teoría tratan de expresar y convertir en leyes la voluntad de sus constituyentes mediante el diálogo entre senadores y entre diputados o entre miembros de un parlamento. Para lograr llegar a un voto de mayoría o consenso, se lleva a cabo un debate o un diálogo, idealmente basado en la investigación y la reflexión sobre realidades a enfrentar y los recursos con los que se cuenta para hacerlo de forma civilizada. Esto usualmente toma bastante tiempo pues es necesario convencer a muchos grupos e individuos pero cuando las partes se tienen confianza de estar buscando la verdad y el bien común para llegar a acuerdos que beneficien a la mayoría, los resultados generan sinergias y creatividad. De ahí que en EUA y en Atenas en la Antigua Grecia, por ejemplo, cuando se practicaba bien, la democracia, se logró el progreso de la civilización en forma excepcional porque la gente se sentía respetada, tomada en cuenta y contribuía con ideas, invenciones, responsabilidad y trabajo.
En una dictadura o autocracia, un jefe o un partido o un rey o reina con autoridad máxima decide, en base a sus propios juicios y al consejo de autoridades de su confianza lo que es mejor para el pueblo. Sus decisiones son impuestas mediante propaganda o a la fuerza. Este proceso requiere menos intercambio de ideas y menos tiempo; funciona bien por breves períodos cuando las decisiones benefician a un número amplio de la población y, eventualmente, fracasan cuando el pueblo o el ejercito se rebelan y derrocan a la autoridad máxima por sus malas decisiones y excesos de enriquecimiento egoista y/o de crueldad. Estos últimos demuestran al pueblo que sus intereses y futuro no son importantes para los gobernantes, a pesar de lo que dicen en sus comunicados.
Para ilustrar esto en una forma sencilla, podemos considerar si un equipo deportivo o un negocio logra mayor éxito cuando todos sus miembros cuentan con la oportunidad de contribuir dentro de amplios márgenes de libertad con su talento y trabajo individual, siguiendo un plan acordado en común, o cuando la mayoría obedece sin pensar ni hablar los mandatos incuestionables de la(s) persona(s) en autoridad, sabiendo que aquel que no lo haga desaparecerá pronto del grupo.
Obviamente, estos son ejemplos que varían en la realidad cuando se aplican las teorías dentro del contexto de historias y culturas en diferentes naciones. Hay enriquecimieto personal y crueldad en las democracias así como hay progreso en algunos gobiernos autócratas.
Para efectos de esta columna, lo importante es que el diálogo y la colaboracón nos van a ayudar más que los muros militarizados, las cárceles para adultos y y jaulas para niños en lograr la muy difícil meta de reducir el tráfico de drogas, dinero y armas así como la migración indocumentada entre EUA y América Latina.
La colaboración se logra cuando las partes en diálogo son tan honestas y sinceras como nos es posible a los seres humanos. Ambas partes necesitan aceptar no solamente su responsabilidad en contribuir a la búsqueda de soluciones sino especialmente, por lo difícil que es hacerlo, su parte de culpa en el origen de estos problemas.
Si EUA solamente acusa a América Latina de exportar drogas que traen crimen y muerte al pueblo americano sin aceptar que el consumo de esas drogas genera la oferta de las mismas, como sucede en todo mercado, no vamos a progresar mucho. Si América Latina no acepta que es necesario cambiar su tradicional práctica de corrupción por parte de algunos de sus líderes para resolver esos problemas no podremos progresar en las soluciones. Si ambas partes no reconocen el enriquecimiento derivado de las drogas para gente en ambas regiones, tampoco se encontrarán estrategias y medios para erradicar esos males.
Si el pueblo americano no acepta el daño que le ha causado a América Latina durante siglos, que ha generado mucha de la pobreza en los países de esta última, porque desconoce la historia de intervención de su gobierno o por indiferencia, tampoco solucionaremos los problemas. Debería ser evidente que las personas en pobreza extrema en naciones próximas al país más rico de la Tierra van a buscar cualquier forma para mudarse a este ultimo con documentos o sin ellos. Si las autoridades en América Latina no dejan de echarle la culpa de todos sus problemas a EUA y vice versa nunca resolveremos estos y otros dilemas.
Todos las causas negativas mencionadas no deben ser una sorpresa para nosotros. Por ejemplo, ha sido durante nuestra historia la costumbre a todo nivel y entre la mayor parte de la humanidad, el culpar a otros de lo malo y darse crédito a uno mismo por lo bueno. Tal vez nos hace sentir bien por un tiempo muy breve pero, a la larga, todos salimos perdiendo.
Han habido muchos esfuerzos y acuerdos por lograr la colaboración entre todos los países del hemisferio de las Américas pero, en gran parte, han fallado. En la columna de mayo 2021, escribiré sobre unas posibles formas de tener más éxito en el futuro para un mayor número de personas.
Columna escrita para La Voz Latina de abril, 2021 por Héctor E. García, inmigrante mexicano y ciudadano americano, autor del libro de texto “Clash or Complement of Cultures?: Peace and Productivity in the New Global Reality” (“Choque o Complemento de Culturas?: Paz y Productividad en la Nueva Realidad Global”)