SAINT PAUL, MN
El vestido, el salón, la comida, los músicos, el fotógrafo y hasta la coreografía se quedaron listos para celebrar a centenares de quinceañeras latinas, quienes han visto arruinadas estas tradicionales celebraciones por ese indeseable invitado que se coló en la fiesta: el coronavirus.
El distanciamiento social y la prohibición de reuniones de más de 10 personas para tratar de frenar los contagios en Estados Unidos echaron por tierra a incontables de estas fiestas, también denominadas quinceañeras, una de las industrias hispanas con mayor auge en el país, y que da trabajo a un gran número de negocios y personas.
LOS VESTIDOS QUE NO LLEGARON POR EL CORONAVIRUS
Los estragos que el COVID-19 ha hecho en estas tradicionales celebraciones latinoamericanas comenzaron mucho antes de que el primer caso de contagio se presentara en Estados Unidos. Desde enero los vestidos, la mayoría producidos en China, dejaron de llegar a las vitrinas estadounidenses.
“Las tiendas estaban teniendo muchos problemas en surtir sus pedidos. El 90 % de estos vestidos son hechos en China, donde las producción se paralizó a comienzos de año”, dijo a Efe Norma Capitanachi, directora en el sur de California de Quinceañera Magazine.
“Estamos hablando que la mayoría de estos vestidos ya estaban pagados”, aclara.
Capitanachi explica que los pedidos son tantos que obligan a quinceañeras y sus padres a escoger y comprar el vestido con meses de anticipación, incluso más de un año, por lo que los proveedores se vieron en apuros incluso para cumplirles a las jóvenes que lograron hacer sus fiestas en febrero.
La demanda de los vestidos, que pueden sobrepasar los 10.000 dólares cada uno, también incluye los atuendos de las damas de honor, los padrinos, los chambelanes y todos los familiares que acuden a esta celebración.
“Las quinceañeras también muestran que estos inmigrantes, la mayoría mexicanos, se han podido superar y pueden darle lo mejor a sus hijas”, considera Capitanachi.
EL SUEÑO DE TODA UNA VIDA
Aunque las quejas por las cancelaciones de fiestas parecieran banales para adolescentes como Karla Dolores García, esta celebración representaba la lucha de toda una vida.
Desde que era una bebé Karla fue diagnosticada con una enfermedad que le afecta las articulaciones y su sistema inmune. A través de los años ha atravesado por varias operaciones y le ha tocado alejarse de cualquier posible contagio que ponga en peligro su vida.
“Ninguna de mis otras hijas tuvo quinceañera, pero Karlita siempre soñó con su fiesta, y nosotros hicimos el esfuerzo para celebrar su lucha por la vida”, explicó a Efe Selene García, madre de Karla.
Irónicamente fue otra enfermedad, el COVID-19, la que echó por tierra la fiesta que la familia tenía planeada para el 4 de abril, nueve días después del cumpleaños número 15 de Karla.
UNA FIESTA SUSPENDIDA EN EL TIEMPO
Como incontables familias, Selene y su esposo Alfonso están lidiando con una gran cantidad de contratos que buscan aplazar para el próximo año.
“Este año ya lo tienen ocupado, especialmente la banda de música que nos costó conseguirla. Entonces tocará hacer la fiesta para su cumpleaños 16“, indica la madre mexicana, que reside en el condado de Orange, California.
Capitanachi advierte que uno de los mayores problemas que está enfrentando la industria es que, con las fechas llenas y la imposibilidad de trasladar a los meses siguientes los servicios, las ganancias y los salarios de estos negocios se esfuman mientras existan las medidas de emergencia.
La industria de las quinceañeras impulsa trabajos de planificadores de eventos, empresas de banquetes, renta de salones, fotógrafos, músicos, coreógrafos, servicios de limusinas y hasta revistas nacionales como Quinceañera Magazine, que retrasó la publicación, y tiene en peligro una feria de quinceañeras programada para junio.
“Ha sido un golpe muy fuerte; nosotros estamos tratando de alentar a los negocios pero el futuro es muy incierto”, insiste Capitanachi.
Un estudio del Rand Youth Poll, empresa que estudia los hábitos de consumo de adolescentes en Estados Unidos, reveló en 2011 que la industria que rodea a celebraciones como la Quinceañera y Sweet 16, su equivalente en la industria anglosajona, ascendía a 680.000 millones de dólares anuales.
Capitanachi asegura que las ganancias debieron duplicarse en los últimos años, cuando el auge del negocio ha crecido. El problema ahora es que muchos empleados no califican para las ayudas dadas por el Gobierno.
SUPERANDO LOS PROBLEMAS UNIDOS
La cancelación de la quinceañera de Karla no es el único problema económico que han tenido que enfrentar los García: tanto el padre como la madre de esta familia están confinados en casa porque sus empleadores tuvieron que parar sus labores.
No obstante la experiencia con los problemas médicos de su hija menor les hacen comprender la importancia de unirse a la estrategia del Gobierno para la lucha contra el COVID-19. “El dinero viene y va; lo importante es tener salud”, asevera Selene.
Con esa idea, los cuatro miembros de la familia, y otros más presentes a través de internet, le cantaron el feliz cumpleaños a Karla el 26 de marzo, cuando cumplió 15 años.
“Estuvo muy feliz, celebramos la vida de todos. Ya vendrán mejores tiempos, y más cumpleaños”, matizó Selene.