MINNEAPOLIS, MN
Ha sido un largo período para todos nosotros lidiando con la presencia de COVID-19 en nuestras vidas. En muchos sentidos, parece que llegó para quedarse con nosotros para siempre.
Ahora, después de más de dos años de acumulación de casos, y desafortunadas muertes, con familias profundamente dañadas y rotas, seguimos aprendiendo sobre el virus, sus variantes, y cómo ha ido afectando a nuestros cuerpos, más allá del tiempo en que nos infectamos, y nos recuperamos totalmente. Estamos aprendiendo contínuamente sobre lo que se está llamando el COVID largo, que resume la idea de los efectos a largo plazo del virus en nuestros organismos.
A ello hay que añadir el efecto que el COVID-19 tiene a largo plazo en diferentes esferas de nuestra vida, como la economía, las industrias, los mercados globales, la agricultura, los servicios sanitarios y tantos otros aspectos cotidianos de nuestra vida.
En la actualidad, seguimos siendo testigos de los inconmensurables esfuerzos realizados por los organismos sanitarios, para controlar el impacto de la pandemia, promoviendo campañas mundiales para vacunar al mayor número de personas posible, y para seguir probando y desarrollando medicamentos en respuesta al virus.
Sin embargo, todavía no estamos seguros de la dirección que tomará la pandemia en un futuro próximo, y menos aún si hablamos a largo plazo.
Un aspecto que no podemos negar es el efecto que la pandemia puede tener en nuestra salud mental pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS) especula con que “las nuevas medidas, como el auto-aislamiento y la cuarentena, han afectado a las actividades habituales, las rutinas y los medios de vida de las personas, lo que puede conducir a un aumento de la soledad, la ansiedad, la depresión, el insomnio, el consumo nocivo de alcohol y drogas, y las conductas autolesivas o suicidas (OMS, 2020, citado por Kumar y Nayar, 2021).
Aunque muchos casos no se pueden notificar, también estamos experimentando una grave falta de registro de dichas necesidades.
Sin embargo, un indicador de cómo se está viendo afectada la salud mental es el aumento de la proporción de visitas a los servicios de urgencias pediátricas por afecciones de salud mental (MHC).
Según los CDC, “las visitas semanales a urgencias entre las mujeres adolescentes (de 12 a 17 años) aumentaron para dos MHC (trastornos de la alimentación y de tics) durante 2020, cuatro (depresión, trastornos de la alimentación, de tics y obsesivo-compulsivos) durante 2021, y cinco (ansiedad; relacionados con traumas y factores de estrés; trastornos de la alimentación; de tics y obsesivo-compulsivos) y las visitas generales a MHC durante enero de 2022, en comparación con 2019.” (Radhakrishnan [et al, CDC] 25 de febrero de 2022).
Los datos muestran claros incrementos en las cifras de personas que solicitan asistencia relacionada con la salud mental. El estudio citado se centra en niños y adolescentes de entre 0 y 17 años, con datos de 2020, 2021 y enero de 2022, en comparación con 2019. “Las tendencias actuales en el número y la proporción de visitas a urgencias relacionadas con el MHC, junto con investigaciones anteriores (…), indican que los efectos de la pandemia sobre la salud mental podrían ser especialmente elevados entre las adolescentes.” (Radhakrishnan [et al, CDC] 25 de febrero de 2022).
¿Cómo se explica esto? Los autores se refieren a las consecuencias de la pandemia, con una dificultad para identificar claramente el nivel en el que cada factor podría desempeñar un papel. Pero el dramático número de 140.000 “niños y adolescentes” estadounidenses que habían perdido a sus padres y cuidadores a causa del COVID-19, además de la alteración de la pandemia en nuestras actividades sociales y físicas, permite concluir que el aumento de las visitas al médico, entre este grupo de personas, está muy correlacionado con los efectos de la pandemia.
Ahora es importante reconocer este grave problema y establecer un compromiso para prevenir mayores daños sobre este segmento vulnerable de nuestra población. “La promoción de políticas para mejorar el acceso a los servicios de salud mental, incluida la salud elemental, y las estratégias de prevención primaria basadas en la comunidad para reducir la exposición a las experiencias adversas de la infancia, pueden ayudar a mitigar el riesgo de MHC antes de que comiencen.” (Radhakrishnan [et al, CDC] 25 de febrero de 2022).
En resumen, mientras aprendemos a lidiar con el virus en nuestros cuerpos, con la ayuda de medicamentos y vacunas, no debemos olvidar el impacto que esta pandemia está teniendo en nuestras mentes, y en nuestra salud mental. Las comunidades de color suelen verse afectadas de forma desproporcionada en estos asuntos, y la falta de acceso a los recursos las hace más vulnerables. Debemos trabajar juntos para evitar más daños a nuestra salud mental, pero en para nuestros niños, que están siendo gravemente afectados.
Con la mano extendida, en busca de ideas y soluciones,
Rodolfo Gutiérrez.