SAINT PAUL, MN
En el espléndido y duramente criticado Gran Museo del Mundo Maya en la ciudad de Mérida, al que se ha llamado “un elefante blanco”, se reunieron por tercera ocasión, y última, para participar en el tercer debate presidencial los candidatos Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez Calderón. En esta ocasión, con la moderación colectiva de Gabriela Warketin, Leonardo Curzio y Carlos Puig.
En esta ocasión, el formato implicó que los participantes respondieran a preguntas hechas por usuarios de las redes sociales, en torno a siete temas que fueron, crecimiento económico, pobreza y desigualdad, educación, ciencia y tecnología y salud, desarrollo sustentable y cambio climático.
El trabajo de los moderadores fue mucho más efectivo que el observado en los debates previos. Y, sin embargo, el debate pareció seguir la línea establecida por los dos debates previos. Sin embargo, en esta ocasión la presencia de Ricardo Anaya parecía llegar cargado de vulnerabilidad, al punto que aprovechó su primera intervención, para establecer una defensa sobre la acusación que se ha difundido en torno a lavado de dinero y corrupción.
Solo cuando los candidatos eran presionados por los moderadores, los candidatos presentaban propuestas.
Destaca que muchas de las presentadas por Anaya, han sido o bien presentados en el congreso por otros legisladores de partidos opuestos, o bien que toman clara similitud a lo presentado por el candidato López Obador.
En torno a la reforma educativa, Meade se mostró dispuesto a defenderla, sin aparentemente escuchar los argumentos de crítica de los otros tres candidatos. Y la reacción fue de modo violenta, cuando Andrés Manuel indicaba que la reforma tendría que ser eliminada, y que se buscase una nueva con la participación de los maestros, los padres de familia, y los propios funcionarios.
El Bronco, Rodríguez Calderón, insistió en cada momento, que “los otros tres” no hacían más que pelearse, y en particular cuando Anaya parecía perder los estribos al retar a López Obrador a renunciar a su candidatura si probaba que habría otorgado un contrato directo, sin licitación, a una empresa constructora cuya propuesta de participación en el proyecto del nuevo aeropuerto, habría sido rechazada en el proceso de licitación.
El primer tema a abordarse, fue el del desarrollo económico, pobreza y desigualdad, en el que el punto común fue el combate a la corrupción como fuente de ingresos para apoyar diversos y costosos proyectos, por parte de cada uno de los candidatos. Meade proponiendo la continuidad de programas vigentes bajo el gobierno de Peña Nieto, cerrando incluso con la frase de que “nuestros padres han construido un país de oportunidades y retos”, como si su misión fuera probar que los indicadores negativos tan mencionados por los otros tres candidatos, eran incorrectos o imprecisos.
Andrés Manuel, en respuesta a la reforma educativa, indicó que quienes venden plazas, no son los maestros, sino las autoridades educativas, indicando que el mismo secretario de educación, quien hoy coordina la campaña de Meade, es la cabeza de ese negocio, que no favorece a los maestros. Llamó al cierre a votar, a participar y abrazar sus propuestas, y a una reunión masiva para todos, dijo gritar que viva México
En su turno, Anaya describió sus propuestas de tecnificación y acceso a la información por internet, incluyendo el uso de teléfonos para incluso conectar con sus médicos, sin abordar el costo implícito, ni la falta de capacitación que existe entre la mayoría de la población viviendo en niveles diversos de pobreza. Al invitar a votar, insistiendo a votar por él, y siendo el único candidato que no llamó por el Viva México.
Un debate que buscaba ofrecer mayor información a los ciudadanos, y que acaso logró ofrecer chispazos y poca concreción, como ha sido en los debates previos. Si lograste seguir las casi dos horas de debate, sin interrupciones, acaso hoy tengas por fin decidido por quien votarás.
