SAINT PAUL, MN (EFEUSA).
Aunque en menor escala con respecto a la crisis económica de hace pocos años, el hambre y la inseguridad alimenticia en Estados Unidos aún afectan a todos los condados del país, especialmente a minorías y a zonas rurales, según dijeron hoy expertos reunidos en el octavo encuentro “Hungry for Change” (Hambriento de Cambio), en Denver, Colorado.
El 11,8 % de las familias estadounidenses enfrentaron hambre por lo menos una vez durante 2017, en comparación con el 12,3 % de ellas en 2016, de acuerdo con datos del Departamento de Agricultura federal expuestos en el panel.
Asimismo, la prevalencia de hambre, o en otras palabras el carecer continuamente de comida en calidad y cantidad necesarias, se redujo de 4,9 % a 4,5 % en ese mismo período.
“Eso significa que unos 40 millones de personas aún padecen de hambre, incluyendo 13 millones de niños y varios millones de ancianos. Como país, podemos actuar mejor”, instó Jeremy Everett, director ejecutivo de la Iniciativa de Texas contra el Hambre (THI, en inglés).
“Pero primero debemos dejar de deshumanizar y de demonizar a los pobres. No son ni perezosos ni aprovechados”, subrayó.
Everett fue esta mañana el orador central de “Hungry for Change”, un evento organizado por Hunger Free Colorado (Colorado Libre de Hambre), una entidad sin ánimo de lucro que trabaja en campañas enfocadas en una correcta nutrición en este estado.
El evento reunió en la Universidad de Denver a cientos de representantes de organizaciones comunitarias de la zona de las Montañas Rocosas y de otros estados, incluyendo a Texas y Oklahoma.
La agenda se enfocó en los logros y desafíos de las llamadas “comunidades sin hambre”; es decir, en las coaliciones de escuelas, iglesias, centros recreativos y agencias del gobierno, creadas hace diez años en el inicio de la recesión económica estadounidense para combatir el hambre.
Según Everett, esas coaliciones resultaron exitosas en las grandes zonas urbanas, por ejemplo, al impulsar los desayunos en las escuelas y las comidas de veranos para niños y adolescentes en centros comunitarios en esa época del año.
Pero los proyectos no alcanzaron el mismo nivel de efectividad en las “zonas invisibles” como áreas rurales y lugares marginales, donde suelen concentrarse desempleados o subempleados, que “se ven obligadas a elegir entre comer y pagar sus cuentas como la electricidad o la renta”.
De acuerdo con Vicky O’Neil, directora ejecutiva interina de Hunger Free Colorado, el hambre en las zonas enumeradas por Everett es un 50 % más alto que en áreas urbanas.
Por tal motivo, su organización y similares en otros estados han implementado proyectos de alcance comunitario específicamente para áreas rurales y para minorías.
“Existe un desafío quizá mayor al que representó la recesión económica a partir del 2008: la política”, sostuvo O’Neil en declaraciones a Efe.
“Las actuales políticas públicas federales son perjudiciales y se mueven en la dirección equivocada al recortar los programas de ayuda nutricional. Los funcionarios públicos y electos deberían respaldar las iniciativas contra el hambre”, expresó.