SAINT PAUL, MN
Este domingo, 4 de junio, se efectuaron diversos procesos electorales en cuatro entidades en México. Coahuila, Estado de México, Nayarit y Veracruz eligieron gobernadores, los tres primeros, y presidentes municipales. Sin duda la atención se centraba en los resultados electorales del Estado de México, que fue gobernado por el actual presidente del país, Enrique Peña Nieto, y que es la sede de uno de los grupos políticos más influyentes en la política moderna: el Grupo Atlacomulco.
La atención se debía a que en las encuestas preliminares, la candidata del aun nuevo partido político Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), se mantenía con ventaja con su candidata a gobernadora, Delfina Gómez Álvarez, ante el candidato del PRI, partido del gobierno federal, Alfredo del Mazo Maza (hijo de Alfredo del Mazo Gonzáles, y, subrayemos, primo de Enrique Peña). Para muchos, esto sería entonces un laboratorio que daría cuenta de lo que ocurriría en las elecciones presidenciales del 2018.
Diversos analistas políticos, acaso muchos de ellos con esperanza de que así fuera, esperaban que Morena y su candidata Delfina Gómez, se levantara con la victoria, como signo de los cambios por venir en el 2018. Injusta situación para el resto de los estados en contienda, pero sin duda con mucha razón, al ser el Estado de México la segunda entidad con mayor población en el país, detrás de la Ciudad de México.
Los resultados preliminares, y más particularmente en voz de los asesores estadísticos del instituto estatal electoral, arrojan ventaja en favor del candidato oficialista.
Con un margen de hasta 3 puntos porcentuales. Su más cercana contrincante es, nada más ni nada menos, Delfina Gómez. Cuando las autoridades electorales anunciaron tal resultado de una muestra, sentenciaron la elección, buscando actuar como lo hacen las grandes cadenas de comunicación en los Estados Unidos: declarando, sin hacerlo, triunfador a Alfredo del Mazo.
Pero, en ese momento eran tan solo 74% de los datos de la muestra (10 por ciento del total de la votación), los que sostenían tal afirmación. Las reacciones de especialistas en la materia, estadística y gestión, indicaban que el anuncio habría sido prematuro; que si hubiesen esperado tan solo 30 minutos más, contarían con la legitimidad que arroja el 90 o 95% de la muestra, y entonces no se verían cuestionados.
Pero ello es, de nueva cuenta, una acción que puede interpretarse como parte de toda la infraestructura montada por parte del gobierno federal, al incluir en la campaña de Del Mazo a autoridades federales, e incluso al mismo presidente del país, quien visitó cerca de 100 ocasiones el estado de México durante la campaña.
Así mismo, las viejas y denostadas prácticas de compra del voto se ejercieron displicentemente, y el acarreo, con los famosos “mapaches”, fue sistemáticamente denunciado durante la jornada electoral. Un excesivo gasto de campaña de parte del tricolor, que ha sido denunciado, pero que no ha sido perseguido.
Una elección de estado. Orquestada desde el gobierno federal, para asegurar que las cosas no cambien en el 2018, y que sin duda generará la reacción de una fuerza política que se consolidó como la segunda, acaso muy cercana, en el Estado de México.
La lección, luego de observar el triunfo de Antonio Echevarría García en Nayarit, y como representante de una coalición entre el PAN, el PRD, el PT y el PRS local, es que una coalición efectiva será la única vía en el 2018 para vencer al PRI. En el Estado de México, 7 de cada 10 votantes se manifestaron en contra del priismo. En Coahuila, la situación se asemeja a la del Estado de México, con Guillermo Anaya Llamas, por el PAN, muy cerca, pero aun detrás, del priista Miguel Riquelme Solís.
Lecciones aprendidas, por parte de observadores y ciudadanos. Es de esperarse que las mismas se lean en consecuencia por parte de los dirigentes políticos del país, a fin de generar ese cambio que tanto hace falta en México.
