MINNEAPOLIS, MN
Imaginarse un escenario, que sea una pequeña cocina, en el que coinciden cuatro personas, trabajadores todos, que tienen en común ser parte de un programa de readaptación para quienes han cumplido con sentencias o puestos en libertad condicionalmente. En dicho escenario coinciden Letitia (Dame Jasmine Hughes), Montrellous (John Earl Jelks), Rafael (Reza Salazar) y Jason (Andrew Venstra).
Un grupo de trabajadores que establecen una relación en torno a la creación de “el sándwich perfecto”, y que con ello traducen sus propias frustraciones, sus anhelos truncados y sus sueños, en una intensa relación.
Un grupo de personas que son blanco de una empleadora, Floyd (Johanna Day), quien hace burla de las condiciones de cada uno, al tiempo que las aprovecha para explotarles laboralmente, y para remarcar su condición de “deuda” ante la sociedad. Planteándose y plantándose como una persona “superior” al resto, carente de sentimientos y con el solo interés de imponer condiciones y castigos a sus empleados.
En principio, la idea resulta hasta incómoda. Sin duda dolorosa al extremo. No solo porque los personajes se encuentran confinados en una nueva prisión, minúsculo espacio dentro del que los movimientos de uno están condicionados a los movimientos del otro, sino porque incluso el abrirse, el hablar de uno mismo puede traducirse en razones para ser foco de burlas.
La reacción al sonido del timbre, llamando por una nueva orden por parte de algún cliente, pidiendo un sándwich, y la idea de cada uno de proveer de la máxima calidad posible en el producto, llenan el ambiente de una sensación terrible de condicionamiento operante, de total falta de libertad y de formas de explotación humana ya intolerables.
Y, sin embargo, Floyd’s, escrita brillantemente por Lynn Nottage y dirigida por Kate Whoriskey, ha sido concebida como una comedia. Un ejercicio teatral verdaderamente efectivo, en el que las bromas, las referencias cargadas de humor de una realidad que hoy es abrumante, como lo es para los personajes, nos arranca carcajadas constantes.
No existe necesidad alguna de intermedio, pues la trama fluye así, ininterrumpida, como la cotidianidad de quienes trabajan en esa cocina. Aun más, las referencias semi – culinarias que acompañan las propuestas de construcción de un emparedado perfecto, nos obligan a imaginar mentes creativas, y nos llevan a saborear con ellos lo propuesto, reaccionando en muchos casos del mismo modo que los personajes.
Con una narrativa basada en el uso de términos y discursos cotidianos, el guion de Nottage adquiere dimensiones espectaculares. Incluso, hablar del privilegio de la comunidad blanca en este país, resulta tan hilarante, que la audiencia reacciona con grandes aplausos y sonoras carcajadas. Y, hoy, cuando en diversos foros el tema prevalente es el racismo y la discriminación, así como las consecuencias de lo mismo, poder participar en una comedia con tan profundo contenido, y fácilmente digerible (como los emparedados) es por demás de agradecer.
Acaso el emparedado perfecto no pueda ser construido por nadie en particular, y si a partir de la conjugación de ingredientes, de sabores que cada uno de nosotros pueda aportar. Pero ¿será una oferta que guste a todos? Acaso, incluso, el solo buscar desarrollar la idea, en sí misma, pueda parecer una locura, de la que seremos capaces de ser conscientes hasta que la sociedad, el grupo de cocineros en la cocina, se vea en la necesidad de separarse y seguir cada uno sus propios caminos.
Acaso la evidencia mayor de la necesidad de esta obra se evidente con una ovación generalizada al finalizar, con todos los espectadores que llenan el teatro, manifestándose de pie.
Floyd’s se presenta en el teatro Guthrie, en el McGuire Proscenium Stage, hasta el 31 de agosto. Aprovecha la oportunidad para ver una comedia con contenido, con sabor y condimentos que te harán pasar un momento extraordinario.