SAINT PAUL, MN
Fuimos testigos una vez mas de un mundo fantástico, el mundo de Bilbo Bagginsy de JRR Tolkien.
J. R. R. Tolkien nació en 1892, en Londres. Justo cuando el mundo cruzaba por un momento de definición, en el que Europa entera se convertiría en escenario del choque, violento, de los distintos mundos que le configuraban, y de aquellos de los que incluso aún se conocía muy poco. El misterioso mundo asiático, las islas del Pacífico, los imperios emergentes y los decadentes, todos se confrontarían en sendos conflictos internacionales, que culminarían con las grandes conflagraciones conocidas como la I y II Guerras Mundiales
Pero Tolkien, siendo militar que participó en la I Gran Guerra, fue capaz de observar más allá de la sobrevivencia o muerte de los soldados. Él fue capaz de extrapolar las atrocidades de la guerra misma, para crear un mundo fantástico. A ese mundo lo tradujo en grandiosos textos, que le han dado fama mundial: El Hobbit (publicado por primera ocasión en 1937), El Señor de los Anillos (tres volúmenes publicados entre 1937-1949) y El Silmarlillion (obra póstuma, publicada en 1977, cuatro años después de su muerte, y a cargo de su hijo Christopher Tolkien).
Los tres títulos son complementarios, aun cuando independientes. El Hobbit, abre acaso la secuencia, y El Silmarillion ofrece un colofón explicativo al Señor de los Anillos, por cuanto las miles de preguntas que quedaron en la mente de sus lectores. Las dos primeras obras se han plasmado en sendas obras cinemáticas, que incluso han valido nominaciones y triunfos en las ceremonias de los Óscar correspondientes. Y de la primera, apareció esta temporada de fiestas, la tercera y última de la serie, El Hobbit, La Batalla de los Cinco Ejércitos.
La cinta ha sido realizada en el mismo tono majestuoso que caracteriza a las dos primeras, y a El Señor. Grandiosos paisajes, increíbles batallas y sensacionales secuencias embriagan al espectador, quien poco o nada tendrá que preocuparse por recordar tantas y tantas referencias y nombres que son mencionadas a lo largo de la cinta. Una cinta que pareciera homologar la extensión del breve libro El Hobbit, con los tres gruesos volúmenes de El Señor de los Anillos. Y es ello, acaso, lo que los lectores arte-puristas podrán cuestionar, pero que sin embargo, quienes disfrutan del cine sin duda agradecerán.
Se trata de una película disfrutable de principio a fin, en la que asistimos a la conclusión épica de las aventuras de Bilbo Baggins (magistralmente interpretado por Martin Freeman), quien acompaña a Thorin Oakenshiel (bien retratado por Richard Armitage), y a un grupo de guerreros enanos, quienes han hallado y tomado una gran riqueza al volver a su lugar de origen, pero teniendo que enfrentar la furia del Dragón Smaug, quien resguardaba ese tesoro, reclamándolo como propio.
Las primeras secuencias son precisamente las del vuelo del Dragón Smaug, devastando Lake-Town, en donde sus habitantes habrían apoyado a Baggins, Thorin y los 12 enanos (cualquier referencia religiosa es mera conicidencia), y que apenas logran sobrevivir a las bocanadas de fuego que extinguen el pueblo entero. Hasta que Bard, el Arquero, logra aniquilar en forma espectacular al dragón.
La Montaña Solitaria, donde ahora los Enanos reinan, es pronto el objeto de atracción de muchas ambiciones, entre los que se encuentran duendes y huargos (monstros deformes y casi inmortales), que unen fuerzas para invadir y tomar el reino. Pero, continuando la historia de Un Viaje Inesperado y La Desolación del Smug, Gandalf, el Mago Gris, reaparece para ayudar a Bilbo y sus enanos compañeros, a la vez que convence a los Elfos, liderados desde ese momento por el poderoso Legolas, interpretado por Orlando Bloom, y humanos de unir fuerzas en contra de los ambiciosos depredadores.
En la cinta, se ofrece al espectador una clara conexión entre el breve pero complicado libro El Hobbit, y la trilogía de El Señor de los Anillos, resaltando el surgimiento de los personajes más importantes de las tres cintas que han precedido a estas otras. Tauriel, la Elfa que aparece etérea en El Señor, en esta cinta se presenta como poderosa heroína, enamorada de Kili, uno de los enanos. Y el mago Blanco, Randagast, se suma a las fuerzas de los enanos, los humanos y los elfos, pero también anticipa su papel en El Señor, al ser testigo del poderoso Ojo.
Una cinta que transcurre frenética, sin reposo, y en la que le mágico anillo en poder de Bilbo Baggins, juega ya un papel preponderante. En esta ocasión no vemos al Gollum, pero sin duda está presente con su incesante búsqueda del anillo perdido (“Mi preciosidad!”) que perdió a manos de Bilbo, y que más adelante será la causa que unirá a los expedicionarios junto al sobrino Fodo Baggins, quien traerá de nuevo a los personajes de El Hobbit, a unirse ante un nuevo reto: la destrucción del anillo y su poder.
El Hobbit es una cinta que puede ser disfrutada al máximo, como quien esto escribe confiesa haberlo hecho, o bien causar otras reacciones como la de los lectores asiduos de Tolkien, o quienes se sentirán abrumados por tanta información. Sin embargo, la trilogía se suma a las magníficas producciones de la saga, que quedan ya de por sí como realizaciones épicas y sumamente exitosas en taquillas. Buen regalo decembrino, para muchos.