SAINT PAUL, MN
Argumentando que ha sido parte de sus promesas de campaña, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado oficialmente a la ciudad de Jerusalén como la capital del estado israelí, rompiendo con ello con la estrategia seguida por los previos presidentes del país, de evitar hacerlo en tanto prevalezca el conflicto entre Israel y el Estado Palestino. Y es que ambos regímenes reclaman que la ciudad sea el centro sagrado y de poder.
A partir de que Trump expresara que los Estados Unidos reconocían que la capital de Israel es Jerusalén, lo que pareciera ser una medida de apoyo al estado judío, ha provocado reacciones en el mundo entero. Desde la perspectiva del estado palestino, este ha sido “el peor error que Trump ha cometido.” En el resto del medio oeste, las reacciones han sido coincidentes al reprobar que el presidente estadounidense haya decidido en ese sentido. En Jordania, miles de personas acudieron a protestar frente a la embajada del país de las barras y las estrellas.
Por parte de los líderes de los Estados Arabes Unidos, de Arabia Saudita, de Egipto y Turquía el gobierno estadounidense recibió llamadas de atención alertando de las consecuencias negativas que tendría el proceder como se hizo el día de hoy. En una declaración conjunta, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan y el Rey Abdullah de Jordania, indicaron que tal evento será sólo útil a los grupos de terror en la región, declarando que “nadie tiene el derecho de jugar con el destino de miles de millones de personas en base a sus ambiciones personales.”
La Unión Europea y las propias Naciones Unidas enviaron también mensajes de alarma ante la acción del presidente norteamericano, al tiempo que el gobierno de Francia rechazó la medida, calificándola de “unilateral”. De la Gran Bretaña se escucharon voces indicando que el movimiento realizado no ayudaría en lo más mínimo a los esfuerzos de pacificación que se han desarrollado a lo largo de los últimos 70 años, y que el futuro de los estados de Israel y Palestina era ahora incierto. El gobierno alemán indicó que la condición de Jerusalén podría ser resuelta tan sólo a partir del acuerdo de los dos estados involucrados.
Dentro de la misma Casa Blanca se reconoce que lo expresado por el jefe de estado ha actuado inmediatamente en contra del proceso de pacificación en el conflicto israelí-palestino. Un representante oficial de la Casa Blanca indicó que la suspensión en el proceso estaba considerado, pero que se ignora el tiempo que llevará el retomar el proceso.
Al indicar al Departamento de Estado que comience a trasladar la embajada estadunidense de Tel Aviv a Jerusalén, el gobierno ha asumido el costo colateral: la suspensión de las negociaciones que el mismo gobierno americano habría estado promoviendo entre los dos estados en conflicto. Desde la perspectiva de los gobiernos árabes y musulmanes, esta medida más bien descalifica definitivamente al presidente estadounidense, quien ha mostrado más bien tomar partido por Israel.
Previas administraciones han reconocido lo complejo de la situación, habida cuenta el proceso histórico que llevó a la creación de Israel, a costa de la partición del territorio palestino, a partir de 1947, y a iniciativa de la Gran Bretaña y de los Estados Unidos. Un problema fundamental ha sido la importancia que para ambos, israelís y palestinos, tiene la ciudad de Jerusalén, donde coinciden importantes centros religiosos judíos y musulmanes. Jerusalén es incluso parcialmente parte de Palestina, y el no reconocer lo demandado por Israel, ha sido parte de una estrategia de negociación de la paz.
Una paz que pendía de un hilo, que hoy parece haber sido roto en el afán de cumplir con una promesa de campaña electoral. El mundo podría entrar en una de las fases de mayor tensión desde la guerra fría debido a ello, coinciden muchísimos líderes mundiales.