MINNEAPOLIS, MN
Para el escritor mexicano Juan Villoro, el México de hoy vive un momento de ceguera pero, a diferencia de otras épocas de crisis en las que la gente confiaba en las utopías, no se ve una ahora luz de esperanza.
“Vivimos un momento de ceguera y no hay luz al final del túnel, al menos no de manera clara”, afirma este sábado en entrevista a Efe Villoro, uno de los autores de habla hispana más reconocidos.
El ganador del Premio Herralde de 2004, acaba de dar a conocer su nueva novela, “La tierra de la gran promesa”, publicada por la editorial Ramdom House, cuyo personaje principal es un documentalista que creció en los años 60 y 70, en momentos duros, pero con esperanzas a las cuales aferrarse.
“El protagonista de mi novela, Diego González, perteneció a esa generación que creía en la utopía hippy de regreso a la naturaleza, la utopía psicodélica de expansión de la conciencia, la utopía socialista de un mundo de fraternidad e igualdad. Esas ilusiones fueron derrotadas y tiene una incapacidad para relacionarse con un mundo en crisis permanente”, asegura.
González es un documentalista que habla dormido, casado con una mujer más joven, sonidista, que intenta descifrar los sueños del marido. La obra es una metáfora del México de hoy, con corrupción y trampas en las que puede caer un inocente convertido en culpable.
“Para documentar una realidad adversa, violenta, Diego va a la tierra caliente de Michoacán, está con los lacandones en Chiapas y entrevista a un Capo del narcotráfico. Ahí quería yo reflexionar hasta dónde controlamos nuestro testimonio, hasta dónde estamos siendo voceros (portavoces) de voluntades ajenas, hasta dónde, al documentar algo, nos estamos transformando en delatores”, explica.
Mónica, la esposa del documentalista, pertenece a una generación que solo ha conocido la crisis, un mundo sin esperanzas, que no va a cambiar de un solo golpe. Consecuencia de su paso por la vida, se acomoda mejor en las circunstancias, no con conformismo, sino sabiendo que puede transformar algo pequeño.
“La novela pone en tensión el deseo de cambiar el mundo y el deseo de corregirlo un poco, que quizás es más práctico. No creo que sea el momento de plantear un cambio radical en México, sino cambios pequeños que pueden hacer que esto mejore. Uno de ellos es el sistema judicial, la depuración de los jueces, con una Suprema Corte más activa”. asevera.
EL MÉXICO DE LOS CONFLICTOS
En relación el periodista Adalberto Anaya, quien en su afán de denunciar la verdad cae en conflictos con el cineasta, el narrador reflexiona sobre que en México se aprende geografía con las tragedias y uno aprende nombres como Ayotzinapa, Tetelcingo o Acteal, por crímenes en esos sitios, una realidad dolorosa.
“Mucha gente no sabía donde estaba Ayotzinapa y se convirtió en una referencia a partir de la desaparición forzada de 43 estudiantes. Nadie hablaba de Tetelcingo hasta las fosas comunes que allí se descubrieron, lo mismo Acteal, en Chiapas, que saltó a las noticias por el asesinato de personas indefensas”, lamenta Villoro.
Con un lenguaje que incluye frases cortas, poéticas y contundentes, durante 446 páginas, la novela mantiene una tensión, mientras Diego, emigrado a Barcelona grita sus sueños. El hombre viaja a México porque lo busca la policía y ahí se destapa la cloaca de la corrupción y las fisuras de sistema judicial.
Escritor de crónicas, cuentos, ensayos, literatura infantil y teatro, como novelista Villoro necesita tiempo para cerrar sus historias. Eso explica que haya escrito “La tierra de la gran promesa” en diferentes lugares del mundo: Italia, España Argentina, Colombia y San Francisco, entre ellos.
“No puedo escribir de un tirón una novela. Mi obra anterior en este género se había publicado hace nueve años y del primer texto que fue dando lugar a esta novela hasta ahora transcurrieron por lo menos seis años”, revela.
Es un especialista en tramos cortos, cuentos novelas, ensayos, que de vez en cuando prueba competir contra sí mismo en la distancia larga: el género novela.
En la primera que escribió, “El disparo de argón”, el cirujano Antonio Suárez, al extraer una catarata, decía: “Tenemos luz”, algo que quizás pueda relacionarse con el México a día de hoy, si se ve al país como un paciente de corta vista.
“El doctor Suárez que operaba cataratas, hacía que la gente volviera a ver después de la operación”, recuerda el autor al referirse a su novela de hace treinta años y deja en el aire una idea: México necesita luz.