SAINT PAUL, MN
Desatada y libre como la pantera de su canción, Mónica Naranjo ha celebrado 25 años de música conectando su pasado más remoto con su querencia más reciente por el formato sinfónico en un espectáculo en el que la contención se ha quedado en casa para goce (paroxismo incluso) de sus fieles.
Cinco años hacía que la artista no pisaba el Palacio de los Deportes de la capital española, donde la han recibido 10.000 personas (según cifras de la organización), fans que en los últimos días no paraban de preguntar por el “Renaissance Tour” de esta diva que, por familiar, no necesita apellidos: “¿Vas al concierto de Mónica?“.
Aunque escasos son los períodos en los que la “pantera de Figueras” se ha mantenido lejos de la esfera pública, el de 2019 es un retorno por todo lo alto con un programa sobre sexo para la pequeña pantalla, una inminente trilogía titulada “Mes Excentricités” y esta gira que conmemora su primer álbum.
La versión oficial cuenta que antes de convertirse en una de las grandes voces de la música española, con más de 10 millones de copias vendidas en todo el mundo, la falta de repercusión en España de sus intentos por convertirse en alguien la llevaron a México, donde publicó con éxito “Mónica Naranjo” (1994).
Su potente garganta, su entonces pelo bicolor y su fuerte personalidad hicieron el resto y la permitieron lanzar “Palabra de mujer” (1997), el cual sí la convirtió en profeta en su tierra con temas como “Desátame”, al que seguirían sus aproximaciones a Mina (“Sobreviviré”), al pop lírico (“Europa”), al rock gótico y la electrónica.
Con la única salvedad del disco “Chicas malas” (del que a menudo ha abominado), todas esas encarnaciones han estado presentes en el concierto en riguroso orden cronológico hasta sus últimos sencillos, como “Tú y yo y el loco amor”, un canto a la tolerancia sexual, o “Doble corazón”, que estará en su próximo álbum.
“Os he echado mucho de menos”, ha susurrado tras aparecer envuelta en una bata blanca y sentarse a solas frente al público, su “familia”, en un turno de confidencias en el que ha dicho que este era “el primer concierto realmente pensado” para ellos.
“Así que nada de quejarse del repertorio. ¡Cantad conmigo y que nos oigan hasta en Barcelona!”, ha gritado antes de retirarse de nuevo.
Así han empezado dos horas de un espectáculo apabullante, con su inseparable Pepe Herrero al frente de 60 personas entre orquesta sinfónica, banda de rock y un coro ingente abriendo las puertas del cielo (o del infierno) para la reentrada de la estrella con “El amor coloca” ante carteles que proclamaban: “¡Gracias por volver!”.
“Desátame” ha demostrado que sus cuerdas vocales siguen fuertes y flexibles, con “Empiezo a recordarte” al piano como único acompañamiento ha emocionado en recuerdo a su fallecido hermano Enrique y con “Pantera en libertad” y “Sobreviviré” ha desatado una orgía de guitarras eléctricas, desgarro y desmesura, igual que al reencarnarse en Mina con la balada “Perra enamorada”.
“Yo no he venido a escuchar a Extremoduro”, protestaba algún que otro seguidor nostálgico de su sonido puramente pop, justo cuando la diva emprendía la incursión en la etapa de su carrera más apegada a la ópera rock, con un coro casi wagneriano para la grandilocuente “Europa” o “Amor y lujo”.
Cómplice en sus envites al público y prendida al “strass” en sus incontables cambios de vestuario, Naranjo se ha internado a partir de entonces en los páramos más difíciles de su discografía, los “Lasciatemi Qui” o “Jamás” de su ópera rock “Lubna”, interpretada aquí por primera vez “de manera contemporánea”.
Tras el repaso a su “presente más futuro” con ese corte desquiciado y de personalidad múltiple que es “Doble corazón”, ha llegado la larga parte de los bises inesperados, con “Tú y yo volvemos al amor” a la guitarra o el homenaje “a ese gran maestro y autor” que fue Camilo Sesto en una reinterpretación de “Vivir así es morir de amor”.
No ha sido todo en el desfase final, pues aún han sonado la reciente “Libre amar” y, sobre todo, el momento “más marica” de la velada, el de la naif “Las campanas del amor”, haciendo felices incluso a los que momentos antes se quejaban de que Naranjo pareciera “una banda sonora de Bayona”.
Javier Herrero