MINNEAPOLIS, MN
Ha pasado una semana desde la primera protesta por la muerte de George Floyd y desde entonces se ha multiplicado en ciudades dentro y fuera del país, en las canchas de fútbol de la Liga Premier, en las redes sociales, en periódicos y noticieros. Las manifestaciones, el dolor y la ira nos dejaron edificios incinerados, confusión, incomodidad, luto y un desafío de reconstrucción y aprendizaje tan grande como el repudio social que esta muerte violenta ocasionó.
El 2020 será recordado como el año en el que perdimos.
Perdimos el contacto físico con otras personas, perdimos la sensación de estabilidad, la seguridad laboral, perdimos viajes, celebraciones, eventos, ferias, negocios y perdimos más de 370 mil vidas humanas a causa de una pandemia. El 2020 también será recordado como el año que Mineápolis perdió la paciencia.
Cuando parecía que no había nada más urgente e importante que la crisis económica y sanitaria del Covid19, un video se viralizó en todas las redes sociales y en varios noticieros del mundo. La grabación de los últimos minutos de vida de George Floyd muestra a un residente afroamericano morir en la calle durante un arresto, asfixiado bajo la rodilla del expolicía Derek Chauvin que ni se inmuta con últimas palabras de súplica de Floyd que decían “no puedo respirar”.
No es el primer video y ciertamente no es el primer caso de violencia policial y enfrentamiento racial con un desenlace fatal. La protesta por la muerte de Floyd tampoco sería la primera en mis cuatro años viviendo en Minesota. En el 2016, Mineápolis me recibía con los brazos abiertos, el calor del verano, un nuevo empleo y las protestas de Black Lives Matter tras la muerte reciente de Philando Castile en julio de ese año.
En el 2017 me encontraría cubriendo para un medio local una marcha antiracista que repudiaba los ataques en Charlottesville en Virginia, frente a las oficinas del partido republicano en Mineápolis. Pronto, conocería que los oficiales de policía blancos Dustin Schwarze y Mark Ringgenberg serían absueltos de cargos por la muerte de un hombre de raza negra llamado Jamar Clark y que, al contrario, un policía somalí, Mohamed Noor, era encontrado culpable por la muerte de una mujer blanca llamada Justine Ruszczyk.
Este año, las manifestaciones de Black Lives Matter se han visto opacadas localmente por actos violentos que ganaron protagonismo por encima de las protestas pacíficas, pero estas han tenido eco internacional.
El 29 de mayo una caricaturaen el diario El Universo de Ecuador ilustraba la misma escena de un policía blanco arrodillado en la cabeza de un hombre negro pero sosteniendo un bate que se conectaba a la lengua de la víctima en el piso con una hilera de sangre que decía “Racismo”. El fin de semana del 30 y 31 de mayo Inglaterra, Alemania, Italia Canadá ya respaldaban el mensaje antirracista. El lunes 1ero de junio los jugadores profesionales de Liverpool se arrodillaban en protesta por la muerte del estadounidense.
En Estados Unidos el resultado fue más caótico y violento. Durante el último fin de semana de mayo, al menos 14 ciudades decretaron toques de queda y el gobernador de Minnesota Tim Walz invocaba de manera inédita todos los recursos de la Guarda Nacional. Tras días de manifestaciones, en Mineápolis quedan los escombros de varios edificios incendiados y saqueados. Entre ellos, uno donde Derek Chauvin, George Floyd y habíamos tenido la oportunidad de trabajar para la misma persona.
El edificio de ladrillo visto ubicado en la esquina de un barrio migrante era la sede de un bar y restaurante latino “El Nuevo Rodeo”. Derek Chauvin había prestado servicios de seguridad por casi 17 años y donde Floyd había trabajado como portero de seguridad en las noches. En el cuarto piso funcionaban las oficinas de la radio La Raza y el canal de televisión local TelemundoMN, el medio local que mencioné.
Hoy quedan recuerdos y campañas para recaudar fondos para reconstruir estos negocios. También queda la ironía de saber que la seguridad de clientes y trabajadores mayoritariamente latinos y de color estuvo por tantos años en manos de un oficial incompetente y violento.
En 19 años de carrera policial, Chauvin tuvo 18 quejas de conducta, de acuerdo con un reporte citado en el New York Times de Communities United Against Police Brutality, una organización de vigilancia en contra de la violencia policial. Chauvin está preso mientras espera su juicio, pero los tres exoficiales, Alexander Kueng, Tou Thao y Thomas Lane todavía siguen libres. Oficiales con registros de conducta parecidos seguirán trabajando como servidores públicos y privados hasta que una grabación de 9 minutos y 12 segundos nos haga entender que el sistema necesita una reforma urgente.
Paola Sanchez. Periodista Ecuatoriana en Minesota.