MINNEAPOLIS, MN
O, muchos dirían que eso es lo que desean ver. Y es que a partir de los terribles acontecimientos del fin de semana pasado, en Charlottesville, para muchos se ha mostrado la condición verdadera del presidente de ese país. Desde el momento en que se refirió con ambigüedad a los hechos, sin intentar siquiera nombrar a los militantes radicales, nazis, supremacistas, racistas, las reacciones en múltiples esferas de la vida pública se expresaron con un discurso común: demanda de claridad, condena y reprobación a una actitud timorata y condescendiente. Pero sobre todo, en diversos foros públicos, el presidente ha manifestado claramente su posición en el espectro social, colocándose al lado de los grupos que promueven la exclusión y el odio.
Importantes figuras dentro del propio partido republicano, como Marco Rubio y los mismos ex presidentes Bush (padre e hijo), han condenado las expresiones racistas escenificadas en Charlottesville, y condenado, a veces directamente, la forma en que el presidente se ha referido a la situación.
Muchos han criticado que su posicionamiento sea ambivalente, primero ambiguo, luego tardíamente condenatorio, y finalmente, este martes 15 de agosto, abiertamente favorable a los intereses supremacistas y nazis.
En los medios de comunicación se han expresado cientos de opiniones criticas a la posición presidencial, incluso con algunos que habrían expresado apoyo velado a la presidencia, renunciando a seguir haciéndolo. Para algunos comentaristas, esto no debiera sorprender a nadie, pues hoy se hacen constantes recuentos a lo que fue un común denominador durante el período de campaña, y que hoy emerge claramente para posicionarse en la práctica del lado de los movimientos radicales en el espectro político social.
Acaso como parte de las más notables consecuencias, líderes empresariales han decidido dar la espalda al régimen actual, renunciando a participar en sus concejos de negocios que habrían prestado asesoría al presidente. Primero habrían renunciado a sus posiciones los ejecutivos en jefe de Tesla, Disney y Uber, en particular luego que el presidente decidiera que Estados Unidos abandonaba el Tratado de protección del medio ambiente en Paris. Y apenas este lunes, Kenneth Frazier, ejecutivo en jefe de la compañía farmacéutica Merck, renunciaba en protesta a las declaraciones iniciales de la presidencia ante los eventos de Charlottesville.
Los líderes de Under Armour, la Alianza para la industria Manufacturera, AFL-CIO y la empresa minnesotana 3M, renunciarían también bajo los mismos argumentos. Ante ello, el presidente decidió ¨eliminar¨ los concejos, como para sugerir que fue su decisión y no consecuencia de las presiones ejercidas en diversos frentes.
Que los empresarios más influyentes en el país decidan dar la espalda al presidente, es un signo ominoso, habida cuenta que mucho habría insistido el candidato en trabajar con y para los empresarios.
Pero, por si eso no bastara, un cercano colaborador del presidente, Steve Bannon, llamó a los supremacistas blancos, ¨una colección de payasos¨, perdedores y frustrados. Así, el líder de estrategia dentro de La Casa Blanca, expresa abierto desacuerdo con su propio jefe, pese a que expresó que ignoraba que se trataba de una entrevista, lo que incluso otorga mayor peso a sus palabras, pues no responde a ningún guión pre-establecido.
A lo anterior se suman las declaraciones de líderes del ejército, la naval, y los marinos, que deploran y reprueban la emergencia del nazismo y de expresiones racistas.
La torre que presumía el candidato, el presidente, parece temblar, y acaso parezca que comienza a derrumbarse.
