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REVIEW: EL MATÓ A UN POLICÍA MOTORIZADO, VIBRACIONES SUDAMERICANAS INDIE EN EL CEDAR

Una noche de rock con El Mató a un Policía Motorizado: vibraciones sudamericanas indie en el Cedar

MINNEAPOLIS, MN

En lugar de quedarnos en casa un sábado por la noche, decidimos salir y dirigirnos hacia Cedar Riverside. Nos esperaba una velada distinta: un concierto de rock latino encabezado por una banda emergente del cono sur. Inspirados por su reciente actuación en el Vive Latino, optamos por este segundo plan ​con El Mató a un Policía Motorizado​ a sabiendas que en Maplewood sonaba fuerte el regional mexicano– para ver qué harían estos chicos Argentinos y lo que traían tanto en sueños como en producción.

E​ra la noche en Minneapolis y el ambiente se fue encendiendo. ​En moderato, la noche eterna, comenzaba a desplegarse. Al llegar, los riffs eran potentes como los ladridos de un perro furioso y una batería incansable fueron un preludio punk al acto principal. La energía nos empujaba, al menos, a mover la cabeza al ritmo de un rock que alguna vez fue parte de nuestra rutina. Como un diamante roto, tocaba juntar de nuevo las piezas y re-conectar con esa frecuencia. El Cedar era el lugar perfecto para hacerlo.

Más o menos unas 280 personas se reunieron para ver a El Mató a un Policía Motorizado, una banda con un nombre que parece salido de una casualidad creativa: como si hubieran abierto el periódico al azar ​como John o Paul al escribir; o leído un grafiti en alguna pared ​como al estilo Vilma Palma e Vampiros. Pero detrás del nombre había propuesta, presencia y sonido.

El Cedar, ese tesoro nocturno de la música en Minnesota, volvió a brillar. Y si hablamos de música, El Mató ofreció un set sólido de rock alternativo/indie: estructuras simples, emociones honestas, una intensidad constante. Canciones fáciles de digerir, letras que uno desearía haber conocido antes del show, coreables y de alta resonancia emocional. Su propuesta ​y temas fueron tan fácil de ver y escuchar como lo es el vestir ropas de Columbia, Gap o Old Navy, que son socialmente aceptables, quedan bien a todos y son básicamente iguales. 

¿Eso es bueno o malo? Depende. Lo cierto es que su propuesta necesita apoyarse también en una potente secuencia visual para mantener la atención del público, que en gran parte se dejaba llevar por el ritmo y las melodías de lo que suena como un perfecto soundtrack para un largo viaje por la carretera 371 dirección norte, Minnesota

M​edalla de oro para la pequeña pero fiel audiencia latina que se hizo presente. El evento, organizado por el Festival de Calaveras, fue sin duda un éxito. Aun así, se nota que el público rockero local sigue muy apegado a lo conocido: Caifanes, Soda, Tacvba, Panteón. Y eso, en parte, mantiene al rock en pausa. Por eso, también se merecen medalla de oro los organizadores que apuestan por algo diferente, que se arriesgan y nos traen nuevas voces.

En un mundo ​extraño donde lo normal se ha vuelto uniforme y lo original parece desvanecerse, este concierto logró despertar algo. Un fuego. Una chispa. Y, sobre todo, una invitación a seguir apoyando lo que viene​ en mi proximo movimiento.

 

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