OAXACA, MEX.
El intenso calor no dejaba dormir a las hijas de Iris Yudith López, por lo que salió con ellas de su casa para descansar en un lugar más fresco, aunque su tío, de 80 años, se quedó. Con el sismo del 7 de septiembre de 2017, el tejado colapsó y el anciano murió bajo los escombros.
El recuerdo del sismo de magnitud 8,2, que hace un año sacudió esta ciudad oaxaqueña ubicada en el Istmo de Tehuantepec pervive en la memoria de los supervivientes, algunos de los cuales han sufrido estafas de personas que han querido lucrarse con la tragedia.
El movimiento telúrico derribó en esta localidad unas 7.000 viviendas y dejó 36 víctimas mortales de las 98 que hubo en total en los estados de Chiapas, Oaxaca y Tabasco.
En la cuenta final, las casas con daños totales o parciales en Juchitán subieron a más de 20.000, a los que se sumaron 16 edificios públicos perjudicados y 10 recintos religiosos semidestruidos.
Quizá el horario del sismo (unos minutos antes de la medianoche) y el intenso calor de la región del Istmo salvó a la mayoría de los habitantes. Muchas familias duermen en corredores o en hamacas bajo los árboles en grandes patios que comparten con familiares cercanos.
Iris Yudith recuerda que, después de que su casa se derrumbara, los vecinos llegaron a ayudar, alumbrando con lámparas. Levantaron los escombros para sacar a su tío, Mariano López, pero ya estaba muerto.
“Esa noche lo velamos ahí en la banqueta de la casa de una tía, con una veladora y una sábana. Al día siguiente lo metimos un rato a casa de mi tía y después lo fuimos a enterrar, sin trámites ni permiso; el ayuntamiento nos regaló la caja, no había servicio forense, ni Registro Civil, ni Fiscalía”, explica Iris.
A unos 3 kilómetros de allí, Valeria Ruiz intentaba dormir a su hijo de 3 años, que lloraba sin cesar. Lo tomó en sus brazos y lo acariciaba cuando sobrevino el terremoto.
Intentó despertar a su otro hijo, Luis Eleazar, de 7 años, para salir al patio, pero no pudo avanzar: el intenso temblor la arrojó a la cama y el techo de la casa se desplomó dejándola sepultada por tablas, tejas y maderas entre una nube de polvo.
“Solo traté de cubrir a mis hijos, taparles la cabeza para que no los golpeara nada, pero nos cayó todo, quedamos sepultados en la cama y con el techo encima”, relata Valeria, de 26 años.
Su hijo pequeño murió asfixiado: “Se lo llevaron al hospital pero regresaron enseguida con mi hijo muerto. Nada se pudo hacer”, recuerda entre sollozos.
Por si hicieran falta las tragedias meses después del terremoto, esta mujer, que vende pizzas casa por casa, lamenta el engaño que sufrió por parte de un ingeniero al que le entregó sus tarjetas para la compra de materiales de reconstrucción -otorgadas por el Gobierno-, con un monto de unos 120.000 pesos (6.227 dólares).
Cientos de familias fueron defraudadas. También la de Iris sufrió la estafa, a manos de la constructora Hiram Habif, que no le construyó la casa, solo le dejó cimientos.
Ahora, el hogar de Valeria es solo un cajón de tabiques de concreto sin piso, puertas, ventanas, energía eléctrica o agua. “Nos estafaron y ahora nadie nos puede ayudar”, dice.
El 8 de septiembre, Valeria planea hacer un rezo en su domicilio, con los vecinos que deseen acompañarla, para recordar a su hijo fallecido.
En Juchitán, hoy se realizará un megasimulacro para recordar los hechos de hace un año, y las autoridades y la asociación de católicos del municipio harán una misa en memoria de las víctimas.
Por su parte, maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación organizarán una marcha de protesta por la lenta reconstrucción de escuelas y viviendas.
El Gobierno de Oaxaca afirma que en este municipio invirtió, junto con el Ejecutivo federal, unos 2.000 millones de pesos (103,8 millones de dólares) para la reconstrucción de viviendas, escuelas, centros de salud, monumentos históricos y reactivación de la economía local.