MINNEAPOLIS, MN
En un salón de belleza, por lo regular, las clientas establecen distintos niveles de interacción.
Si se trata de clientes regulares, la misma se convierte en una relación casi familiar, en la que lo que a cada una de ellas pase, es del conocimiento del resto; en donde la solidaridad entre la familia nucleada en el salón es la constante, y donde, al fin de cuentas, muchas ocasiones se llega a llorar o a reír.
Steel Magnolias (Magnolias de Acero, como se tradujo en México), es precisamente una puesta en escena intimista. A un grado que no se puede concebir lo sea más. En un pequeño pueblo en Luisiana, Chinquapin, existe el Salón de Truvy, en el que se reúnen regularmente seis mujeres. Una de ellas, Shelby, la más joven entre todas, vive con diabetes, y recibe consejos de su madre, y de las amigas que ahí se dan cita. De Clairee, quien ha enviudado recientemente y busca ajustarse a su nueva vida. O bien de Ouiser, mujer madura con dinero, que siempre encuentra formas de molestar y quejarse de algo. También M’Lynn, por supuesto, quien además de ser la madre de Shelby, cuenta con una personalidad fuerte y decidida.
En el salón, Truvy, y su nueva empleada asistente, Annelle, parecen ser las catalizadoras de las conversaciones y de los intercambios, pero además forman parte del grupo. Truvy, por que ha vivido en el pueblo por mucho tiempo, y Annelle, quien llegara recientemente, pero que pronto se incorpora incluso a la dinámica del grupo.
Si bien el tema es conocido, especialmente gracias a la cinta protagonizada por Julia Roberts en 1989, con el mismo nombre, la puesta en escena en el Guthrie se ofrece fresca y contemporánea. Las actuaciones de Nicole King (Shelby), Melissa Maxwell (M’Lynn), Adeline Phelps (Annelle), Austene Van (Truvy), Amy Van Nostrand (Clairee) y Sally Wingert (Ouiser), son complementarias y perfectamente ensambladas. Y así, al presentarnos una realidad tan actual como la de que una mujer diagnosticada con diabetes no se recomienda se embarace, condiciones especiales le llevan a hacerlo, teniendo que enfrentar las consecuencias que ello implica en su propia salud, y en su relación con su madre.
De ahí que la solidaridad y el gusto por la comunidad, que aparece temprano en la obra cuando Shelby llega al salón en preparación para su boda, y con la bienvenida a Annelle, emerge en los momentos oscuros y establece elementos de apoyo para la futura madre y para la quien pronto será abuela.
La forma en que la condición médica es tratada resulta sumamente informativa, un llamado de atención a tantos y tantos casos como el de la protagonista, que, en una sociedad con altas tasas de diabetes, resulta urgente abrir conversaciones al respecto. Pero también el subrayar la importancia de los lazos de amistad y de comunidad, como recursos y paliativos a situaciones complejas, se convierte en un mensaje universal y alentador.
Mención especial merece el diseño de escenario, que con un foro móvil, nos permite literalmente introducirnos al salón de belleza, y ser parte de las conversaciones, silentes, pero igualmente cercanos a cada una de las mujeres que ahí nos ofrecen sus intimidades y sus pasiones. La adaptación presentada es rica en momentos que provocan risas y hasta carcajadas, con numerosas referencias a eventos contemporáneos, y en medio de diferentes niveles de interacción entre las protagonistas, con base en su propias y únicas personalidades.
Sin duda una puesta en escena desafiante, pero al mismo tiempo inmensamente disfrutable. De principio a fin. Con un guion ágil y fluido. Lisa Rothe, la directora, logra un excelente trabajo, al llevar la solidaridad y hermandad del guion de la obra, al trabajo de las actrices, cuando conjuga un equipo con mujeres ampliamente experimentadas en la industria teatral, y noveles actrices, con tal éxito que parecieran haber actuado juntas por muchísimo tiempo.
No te pierdas Magnolias de Acero (Steel Magnolias), en el Proscenio McGuire, hasta el 15 de diciembre. Por supuesto, dentro del maravilloso complejo teatral Guthrie.
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