MINNEAPOLIS, MN
Las apuestas no eran optimistas este lunes en la escalinata de la Corte Suprema.
El movimiento feminista, curtido en mil batallas desde que el aborto se legalizó en Estados Unidos hace medio siglo, encaraba sin mucha esperanza un pulso definitivo para mantener en pie ese derecho en todo el país.
“Esta va a ser una lucha larga”, reconoció a Efe la activista Sabrina Reverón, que se manifestaba ante el Supremo mientras la mayoría conservadora de esa corte examinaba dos demandas relacionadas con el veto casi total al aborto en Texas.
Las consignas y pancartas feministas eran tan firmes como siempre, pero el pesimismo teñía en muchos casos los pronósticos sobre el futuro de “Roe versus Wade”, la decisión de la Corte Suprema que garantiza el derecho al aborto en todo Estados Unidos desde 1973.
“Este es el comienzo de lo que puede ser la derogación de (‘Roe versus) Wade’, y la verdad es que es desalentador”, opinó Reverón, que había viajado a la capital estadounidense desde Nueva York.
“HABRÁ DOS ESTADOS UNIDOS”
Aunque muchas activistas confían en que se pueda poner fin al veto de Texas, casi todas las que hablaron con Efe reconocieron que temen el desenlace de otro caso que el máximo tribunal estudiará el próximo 1 de diciembre, y que girará en torno a una ley de Misisipi que prohíbe el aborto a partir de las 15 semanas de gestación.
Dada la composición actual del Supremo, donde hay seis jueces conservadores y tres progresistas, muchos analistas creen que el tribunal puede apoyarse en el caso de Misisipi para anular el precedente establecido en 1973, lo que permitiría a cada territorio del país prohibir o permitir el aborto a su antojo.
Si eso ocurre, se espera que alrededor de la mitad de los estados del país tomen medidas para vetarlo, con lo que aproximadamente la mitad de las mujeres en edad reproductiva de Estados Unidos, unos 36 millones, se quedarían sin acceso al aborto en el territorio donde viven.
“Habrá dos Estados Unidos, y lo que eso significa es que serán los estados más ricos, los más blancos, los que tendrán acceso al aborto”, aseguró Jamie Manson, presidenta de la organización “Catholics for Choice”, en declaraciones a Efe frente al Supremo.
“Las personas negras, las indígenas o de color, los que no tienen poder o viven en áreas rurales, perderán esta batalla, y a menudo son ellas las que más lo necesitan”, añadió.
UN DAÑO “DESPROPORCIONADO”
Cerca de Manson, varias activistas leían testimonios de pacientes que ya han tenido que enfrentar esa realidad; mujeres que, desde que entró en vigor en septiembre el veto de Texas, han experimentado ya lo que ocurrirá en la mitad conservadora de EE.UU. si el Supremo tumba la decisión de 1973.
Contaron la historia de Madi, una joven de 21 años que se enteró de que estaba embarazada cuando ya había pasado el límite de seis semanas de gestación por el que el aborto está prohibido en Texas, y que tuvo que conducir catorce horas para acceder a ese servicio médico en Misisipi.
También reflexionaron sobre la experiencia de Rosa, que viajó más de 2.400 kilómetros (1.500 millas) para poder abortar en otro estado, pero que es consciente de que no todas las mujeres tienen el “lujo”, el dinero o el tiempo para poder hacer lo mismo.
“El daño que se le ha hecho estos dos meses a las personas en Texas es desproporcionado, especialmente para las personas negras, para las personas latinas, para los inmigrantes”, afirmó Gabriela Benazar, portavoz en español de Planned Parenthood, la mayor red de clínicas de salud reproductiva del país, en una entrevista con Efe.
AIRES DE TRIUNFO ENTRE LOS ANTIABORTISTAS
Resultaba difícil escuchar los testimonios de las mujeres de Texas: a unos metros de distancia, un grupo de activistas contra el derecho a abortar competían por la atención de la prensa con gritos como “Dejen que sus corazones latan” y “Roe versus Wade tiene que acabarse”.
“Voy a seguir luchando hasta que el aborto esté erradicado y sea innecesario”, afirmaba a Efe una joven de 19 años, Sonja Morin, que se definía como feminista a pesar de oponerse al derecho de interrumpir el embarazo sin ninguna excepción, ni siquiera en los casos de incesto, violación o peligro para la vida de la madre.
El ambiente entre sus compañeros antiabortistas era triunfal, pero Morin no se atrevía del todo a pronosticar si el derecho a ese servicio médico seguirá garantizado en Estados Unidos cuando el Supremo decida sobre los casos de Texas y Misisipi, como muy tarde a finales de junio de 2022.
En cambio, Manson, que defiende el derecho a abortar, veía bastante más claro el panorama de lo que puede ocurrir en el alto tribunal.
“Estamos al borde de perder posiblemente el derecho constitucional al aborto en este país”, admitió Manson.