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UNA NOCHE MUY ESPECIAL CON JANIS JOPLIN

JANIS JSAINT PAUL, MN

Puede que no recuerdes, o que incluso ignores quien fue Janis Joplin. Puede que hayas visto la película estelarizada por Amy Winehouse. Puede que asocies a la Joplin, la loca del rock-and-roll, con excesos y drogas. Pero lo cierto es que la Janis Joplin que se presenta en el Ordway ofrece mucho más que eso, y sobre todo para quienes hayan tenido la oportunidad de saber de ella cuando estaba aún viva y cantando.

Una obra histórica; una obra homenaje que atrajo a viejas y nuevas generaciones. Más las primeras, que son esos Baby-Boomers que conformaron las pléyades de seguidores del rock de los setenta en los Estados Unidos… y el mundo entero.

Acaso la más convincente representación de Janis Joplin de los últimos tiempos, en la figura de la excelente Mary Bridget Davis, quien nada menos ha recibido una nominación al premio Tony por mejor representación en Broadway, al representar precisamente a Janis. Con un físico que presenta casi a la perfección a Joplin, Davis complemena su presentación con una voz increíblemente similar a la de la heroína del rock.

En el foro, y como si fuese un concierto en vivo de la Janis, la banda acompaña al personaje, con una ambientación fabulosa que traslada al espectador en el tiempo. La nave se ve matizada con asistentes al teatro vestidos igualmente como si hubiésemos vuelto a la década de los sesentas, cuando, según narra esa Joplin en frente de todos, su historia comenzaría. Fue en 1963 cuando Janis Joplin comenzaría a cantar profesionalmente, buscando recuperar, reconocer y reproducir a las grandes voces del blues como Aretha Franklin, Nina Simone, Etta James, Bessie Smith, Odeta… todas voces fantásticas e impresionantemente reproducidas en el escenario.

Las Chantels, que un momento son ellas, y otro son las Joplinarias (acompañamiento de Joplin), actúan inigualablemente y de pronto no hay duda de que se está participando en un concierto, hasta como si se tratara de Woodstock, especialmente con las interpretaciones, en la segunda parte de la obra, de las más clásicas y conocidas canciones de Joplin: Maybe, Cry Baby, Me and Bobby McGee, I’m Gonna Rock My Way to Heaven y, finalmente, y como un encore, Mercedes Benz.

Muchos son los que gritan, los que levantan sus brazos como reconocimiento a la intensa voz que se escucha en el foro. Unos matices que son sin duda muy Joplinianos, y que han tenido el efecto más preciso sobre la audiencia: el reconocimiento de una generación que habló el idioma del rock-and-roll durante su adolescencia, y su identificación por parte de quienes aún no se habrían materializado en este planeta psicodélico.

Fue un reencuentro de una era pasada, una conciencia perdida de lo que significaba entonces ser Americano, con la emergencia de una generación que cuestionaba el statu-quo por medio del rock, el hipismo y otras expresiones. Esa que se manifestaba en contra de la guerra en Vietnam. Esa generación que hoy es la de Bernie Sanders, y que anoche, en Minnesota, se expresó sin fronteras, sin límites y a plenitud ante la provocación de esa Janis Joplin, que reencarno ante todos nosotros.

Un obra de teatro que se convirtió en una magnífica oportunidad para entender a esa generación. La misma a la que muchos de nosotros no pertenecemos, pero de la que aprendimos y de la que acaso hoy escuchamos como un testimonio de que hubo tiempos distintos, acaso mejores, con la fusión del rock, la historia y la química.

Una maravillosa noche con Janis Joplin, inesperada y sí sumamente disfrutada con un teatro lleno a su capacidad y que nos dejó con la sensación de la relatividad del tiempo que puede traspasarnos y transformarnos.


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