MINNEAPOLIS, MN
Es ya una tradición. Mencionar al Ballet Folklórico de México provoca la incómoda comparación con el Ballet Ruso de Moscú. Es también automático que recordemos que se trata del Ballet de Amalia Hernández, aun cuando hace ya 15 años que ocurrió su muerte. Y es que son ya 63 años de ser un referente en todo el mundo, desde que en ese 1952, con tan solo 8 bailarines, Amalia comenzó una travesía que continúa, que lleva lo más típico de la cultura mexicana a todo el mundo.
Desde ese entonces se puso en escena algunas de las piezas que le han hecho famoso al grupo, incluyendo una impresionante Danza del Venado, que de alguna forma se convirtió en la firma de autenticidad de Amalia Hernández.
La coreografía sigue siendo un elemento sumamente importante, que se conjuga con ejecuciones impecables por parte de los jóvenes danzarines. Los colores de los vestidos sin duda juegan un papel relevante, desde la primera ejecución, hasta el cierre con mariachi. .
Y eso fue lo que pudimos apreciar en el Teatro Pantages la noche de este 25 de septiembre, como parte de las celebraciones del mes de la hispanidad, y como un regalo visual a los asistentes, desde México, con amor. No es posible evitarlo: acaso al estar en México uno piensa que el Ballet Folklórico ofrece una visión comercial, vendible, acaso convencional y hasta estereotipada de los bailes y tradiciones mexicanas. Sin embargo, al estar lejos de México, cada una de las melodías, cada una de las ejecuciones y del conjunto de bailarines y puestas en escena, nos lleva de nueva cuenta a la raíz.
Esta noche fue posible encontrarse con una marejada de Mexicanidad, y en momentos uno pensaba si acaso habría alguien más que no fuera mexicano en el teatro. Los gritos de ¡Ajúa!, ¡No te rajes chaparro!, y miles más hasta llegar al ¡Viva México!, conjugaron un excelente marco para la presentación del ballet que está de gira por los Estados Unidos, y que tuvo a bien presentarse en Minneapolis, para llenarlo de color y pasión.
Esta gira ocurre al tiempo en que la tradición se mantiene en México, con las presentaciones regulares de cada domingo, desde 1959, a las 9:30 horas en el Palacio de Bellas Artes. Y es que hoy, la compañía es suficientemente grande como para contar con diversos grupos, y que se presentan en todos lados.
Esta noche para muchos fue la noche del reencuentro, con los mariachis locos, con las jarochas y el zapateo, con el venado cazado y su dramática muerte, con el colorido de los sones michoacanos o de los fandangos. Los sones de Jalisco, y el baile del lazo, mueven a los asistentes en sus asientos, brincando con placer al disfrutar de ejecuciones realizadas con la maestría que ofrecen bailarines profesionales y que sin duda practican incansablemente.
Si bien el espectáculo parece ser el mismo, al fin de cuentas se disfruta inmensamente al verle fuera de su escenario regular. Sin duda el folclor mexicano, con la Adelita incluida, puede llevarse a todo el orbe, con calidad y gusto, que es incluso contagioso por la pasión que los bailarines y bailarinas ofrecen en sus ejecuciones. Al fin y al cabo, México es también el color y la música que el Ballet Folklórico de México ofrece para el gozo de muchos; un espectáculo que vale la pena disfrutar para gritar con emoción ¡Viva México, Viva América! Cuando la compañía nos invita a hacerlo. Aun cuando sea el mismo programa que has visto en Bellas Artes cuando eras pequeño, pues hoy será diferente, gracias a derroche de energía de los bailarines.
Como contexto histórico: La coreografía que Amalia Hernández logró consolidar en ese experimento, llamó la atención de muchos, dentro y fuera del país, y pronto el grupo, inicialmente nombrado “Ballet Moderno de México”, se consolidó como una compañía de danza que resaltaba los colores y valores de lo mexicano. La fama creció, y el ballet fue invitado a participar en Cuba y Canadá, llegando a representar a México en el Festival del Pacífico. En 1958 el Ballet se presentó en Los Ángeles, California, para actuar con motivo de las fiestas patrias.
En 1959, el Organismo de Promoción Internacional de Cultura de México (OPIC), solicitó a Amalia Hernández la preparación de un programa especial para que el grupo representara a México en los Juegos Panamericanos de Chicago. Eran ya 50 miembros del grupo, y su nombre se transformó a lo que hoy conocemos como el Ballet Folklórico de México.