Testimonio de una misión de voluntariado en un centro de detención a inmigrantes indocumentados.
Por Gabino Álvarez
Mi nombre es Gabino, trabajo para Zimmer Law Group, una oficina de abogados de inmigración en St. Paul, Minnesota. En Mayo de 2018 tuve la oportunidad de viajar como voluntario para una organización a Dilley, Texas, una localidad con alrededor de 3,500 habitantes ubicado entre Laredo y San Antonio, Texax donde la temperatura en verano oscila entre los 100 y 110 grados.
En Dilley, Texas se encuentra el “South Texas Family Residencial Center” un centro de detención para mujeres con hijos menores quienes fueron arrestadas por inmigración o se entregaron al entrar a los Estados Unidos de manera indocumentada.
Parte de mi voluntariado fue impartir charlas a las internas quienes llegan a los Estados Unidos huyendo de sus países de origen por diferentes razones, unas de ellas, la violencia intrafamiliar, las pandillas, la inseguridad, el temor y la falta de protección que como mujeres, tienen derecho, pero por alguna circunstancia no se les ha brindado.
Todas sus historias son diferentes pero tristes, la mayoría de ellas con lagrimas en los ojos te describen sus devastadores casos así como tuvieron que huir de sus países y tomar la difícil decisión de salir sin nada en las manos y emprender un riesgoso viaje, para buscar un mejor futuro para sus hijos, pero al llegar al país de las oportunidades, inmediatamente, la mayoría de ellas son separadas de sus esposos y en algunas ocasiones de sus hijos y enviadas a los centros de detención para esperar un proceso largo y complicado, a veces sin saber ni siquiera escribir o algunas de ellas ni siquiera hablar español, porque provienen de remotas comunidades indígenas, pero tendrán que esperar en un centro de detención junto con otras 2,000 internas, que igualmente están acompañadas de sus hijos y en espera que alguien les brinde cualquier tipo de ayuda, aunque sea emocional, porque muchas de ellas, lo han perdido todo, incluyendo el contacto con el familiar o el amigo que las iba a recibir y no saben ni donde se encuentran.
La situación es triste y devastadora, te hace reflexionar todos los días, y al estar escuchando esas historias trágicas, piensas sobre lo afortunado que somos con lo que tenemos y con las oportunidades que este maravilloso país nos ha brindado como inmigrantes, pero, también es triste saber que nuestros reglamentos de inmigración, en muchas ocasiones no son los mas justos y eficaces.