SAINT PAUL, MN
Es la historia de un amor, como no habrá otro igual… O, bien, es la historia de los Capuleto y los Montangues, entre quienes emergen Romeo y Julieta. Pero no, es la historia del Lado Oeste de Nueva York, en la década de los 50’s, cuando entre un grupo de jóvenes puertorriqueños surge María, quien llega a los Estados Unidos con la ilusión de encontrar el amor.
Y es la historia de un grupo de jóvenes anglosajones, de entre quienes emerge Tony, y quien cae perdidamente enamorado de María.
Los tiempos no son los más apropiados para una relación de esta naturaleza, si alguna ocasión los ha habido en la historia de los Estados Unidos. Pero particularmente debido a que es el momento en el que los jóvenes urbanos, en pleno Nueva York, cuestionan abiertamente cualquier forma de autoridad y buscan imponer lo que pueden considerar como su propio y “natural” orden. Pero también es un momento en el que se desatan las pugnas territoriales, permeadas por diferencias étnicas y culturales.
La historia conocida por muchos de nosotros, fluye casi automáticamente como un musical, repleto de coreografía dancística (y cómo podría ser de otra forma, si el baile caracteriza a la comunidad puertorriqueña). Pero sobre todo gracias a la composición del Maestro Leonard Bernstein, que otorga a la trama un poder especial. Con ello se conjuga el guion de Arthur Laurents, y las composiciones de Stephen Sondheim. Este trío ha sobrevivido largamente en las calles de Broadway, en Nueva York, convirtiendo a Amor sin Barreras (como se le ha titulado en español), en una obra de culto.
West Side Story se presenta en el magnífico escenario del Ordway Center, ofreciendo al espectador de un ambiente adicional, al ser consentido con un magnífico foro, con excelentes cambios de escenografía. La orquesta también acompaña impecablemente a los personajes que se apoderan energéticamente del espacio, transportándonos al mismo punto en el que acaso el asesinato de Robert García tuvo lugar en 1955, como consecuencia del enfrentamiento entre grupos de jóvenes antagónicos. Chicanos frente a anglosajones, que se reproduce en la obra con una banda de puertorriqueños.
Coreográficamente, la obra se sostiene a lo largo de las más de dos horas que dura, y logra establecer una comunicación constante y regular con el espectador. Muchos de los asistentes parecieran conocer la obra entera, incluso las letras de las canciones, por lo que acaso saben lo que sigue a cada momento, y lo anticipan.
Cuando se piensa en las mismas canciones, acaso debido al lugar que nos correspondió en el balcón superior, nos parece enfrentar claras diferencias. Sin duda alguna la voz de Evy Ortiz, quien interpreta a María, destaca con una fuerza extraordinaria. Sus tonos altos son bien presentados y consolidan la presencia misma de María en el escenario. Anita, por parte, interpretada por Desiree Davar, se muestra como un maravilloso personaje complementario que da cohesión a la historia.
¿Acaso en el lado masculino de los personajes es donde se siente un poco de debilidad interpretativa en el canto?
Tony no toma el vuelo que uno espera en la obra, y termina siendo un débil Romeo, que llega al final de la obra más bien gracias a María. Tyler Michaels, quizá con menos experiencia en musicales, como lo muestra su biografía, se ve confortable en los diálogos, más no al interpretar sus partes cantadas.
Por su parte, Bernardo (Alexander Gil Cruz), nos ofrece una pequeña muestra, porque ese es su personaje, de su entrenamiento operístico, además de posicionarse bien en la duela al unirse a la compañía en el baile, y en la pelea.
Amor sin Barreras se presenta en un momento en el que la historia misma puede situarse en nuestra contemporaneidad, y por tanto resulta completamente recomendable. Para quienes ya conocen la trama, sin duda una versión disfrutable; para quienes no la conocen, una oportunidad para vivir por un par de horas en el lado oeste del Nueva York de los 50’s. No te pierdas la oportunidad de asistir, pues la temporada concluye el 16 de Abril.
Con obras como Amor sin Barreras, uno también “quiere vivir en América…”
